Las personas que nos dejaron, aunque el vacío es grande y sigue doliendo, nos ayuda también el recordarlos, no solo en este día pero sí especialmente para dar gracias a Dios por lo que nos entregaron en vida y siguen significando. La pérdida física se convierte en presencia eterna que conforta, nos habla de esperanza a la luz de la resurrección.
A veces nos empecinamos en vivir tal cual nos está ofreciendo la sociedad de consumo, y esta sociedad de consumo no es la auténtica sociedad que esperamos o deseamos, porque lo que ofrece es el alimento del “éxito en la vida”, y estaría bien si no es porque si no obtienes ese éxito no vales nada, aquí radica el problema, en que la vida no es fácil para todo el mundo, es más, para muchos se hace difícil y complicada y no por eso pierde la dignidad de ser humano o la alegría de vivir.
Nos vamos quedando más solos, más centrados en nosotros y en nuestro ámbito familiar, las personas mayores ya asediadas desde hace años por la soledad, deberemos ir aprendiendo a tener por compañeros asiduos el silencio y la escasa posibilidad de salir de un egocentrismo propiciado por los que ahora quedan lejos y antes teníamos como cercanos.
Quizás sin pensar tanto en lo que era antes y descubrir el cómo puede ser vivir en el ahora. Hoy nos podemos preguntar con otro sentido, con más solidez y ahora: ¿Qué es lo esencial en mi vida hoy?
Somos seres de relación y necesitamos realmente de los otros para comunicarnos y para vivir, en definitiva. Es decir, necesitamos ser queridos y necesitamos querer a los otros. Poco a poco vamos construyendo una red en torno a nosotros que hace que nuestra vida sea aún más bonita y con más sentido, sin lugar a duda.
Quizás podemos correr hoy el riesgo de considerar todo igual, cortado con el mismo rasante, sin dar a cada situación a cada lugar la importancia que realmente tiene y con un gesto de deferencia honrar a los demás.
No estudiamos para simplemente saber más o ser brillantes como hacen algunos universitarios, sino que lo hacemos para llevar de la mejor manera posible el mensaje de Jesús, un mensaje que cada día vuelve a encarnarse en este mundo, a menudo demasiado egoísta e individualista. Lo que se necesita es estudiar con una mirada puesta sobre nuestro alrededor, quizás no se podrán sacar siempre las mejores notas, pero las notas en Humanidad serán excelentes.
Con todo lo que vivimos ¡tenemos tanto para ponerle en sus manos!, y a la vez para dejarnos hacer bajo su mirada. Hagamos la experiencia de mirarle y decirle: “Vengo aquí, mi Señor…”
La verdad ha de estar por encima de todo, vivir en verdad implica mucho en nuestra vida, pero es la única forma de vivir en justicia, tranquilidad y sinceridad.
Es indudable que estamos viviendo un hoy inimaginable hace unos meses, que todo lo que nos rodea parece que tiene el mismo foco, un bombardeo constante en los medios de comunicación, inquietud, incertidumbre, incluso miedo a que nos toque de cerca, etc.… y en todo ello, es ahora quizás más que antes o con una mirada distinta que podemos acercarnos más al Señor, que está más cerca de nosotros de lo que a veces podemos pensar y pedirle con insistencia: “Danos hoy tu paz Señor”.
Necesitamos confiar, vivir realmente de fe, seguros de que todo aquello nos ha llevado a vivir esta etapa de confinamiento, abrirá un camino nuevo para que podamos alcanzar un mundo diferente, y, dejando atrás todo aquello que en nuestra vida no nos podía servir para acercarnos a Dios, emprendamos el verdadero camino de la fe y la confianza.
La injusticia en este caso es acordar un denario al día y exigir más porque crees que te mereces algo más. La vida es mucho más simple que todo esto, si no vivimos desde la humildad y el reconocimiento de la verdad no estamos recorriendo el camino de la sinceridad. Ante todo, seamos personas verdaderas y justas para crear lazos de unión que provoquen la construcción de un mundo mejor, donde no se juzgue al hermano simplemente por amar.
Lleva tatuado en el alma lo que está viviendo ahora y es ahí donde le pido al Señor que le dé fortaleza, la cuide, le ayude a seguir hacia adelante y sea feliz junto a sus hijos, la familia que la queremos. Cuando quieres y ves sufrir, también se nos marca dentro lo que el otro vive.
No nos puede fallar ni la esperanza ni la confianza puestas en lograr una sociedad más justa y honrada. Esta afirmación nos lleva a caminar seguros de que entre todos lograremos hacer nacer un mundo nuevo, porque cada uno, habremos tenido la posibilidad de experimentar lo que puede ser un “mundo nuevo”, repensar nuestra escala de valores y sobre todo habremos visto de cerca cuan efímeras son las “construcciones” de una sociedad que parecía haber perdido los valores más esenciales de la ayuda mutua y la verdadera fraternidad.
Y asegurar las bases no se puede confundir con fastidiar a los que realizan la obra, exigiéndoles aquello que no pueden dar, ni pedir más de lo que está previsto. Asegurar las bases de cualquier edificación significa obrar con prudencia, utilizar los materiales y formas adecuadas y rezar para que Dios, el verdadero arquitecto, de la fortaleza necesaria a la obra nueva.
Pero, ¿cuándo fue que nos permitimos complicar el mensaje de salvación que Jesús predicó y vivió? ¿Por qué sentimos la necesidad de explicar con nuestras palabras aquello que Jesús dijo claramente?
Pero ni aun con nuestra experiencia logramos llevar a la vida estas pequeñas o grandes explicaciones que nos da Jesús. Y es que remendar bien aquello que se ha roto no es fácil, aunque en la mayoría de ocasiones es el único camino posible y viable que tenemos porque no somos dueños para construir de nuevo, ni muchas veces tenemos la iniciativa para hacerlo.
Podríamos ir analizando muchos casos, pero de manera general hemos de reconocer al ser humano, porque cuando te topas con una situación así, de dolor, cuando descubres lo que realmente eres… es decir, cuando lo constatamos, vemos que somos personas que se equivocan, se ciegan o simplemente están enfermas…, entonces es cuando comprobamos que el ser humano es débil.
Este septiembre parece solo dispuesto a asegurarnos aquello que no nos gusta: la incertidumbre y la perplejidad, la desorientación y los contrasentidos. Nada será igual, los desequilibrios en todo y para todo aumentarán y necesitaremos todos repetirnos que solamente podemos estar seguros en este Amor de Dios para con los hombres que nos irá mostrando el camino nuevo, sin dejarnos caer en la tentación del desasosiego ni en la incertidumbre que nos genera este desconocimiento mayor de un futuro incierto pero repleto de retos y sueños que no podemos olvidar nunca más.
Hay personas en nuestra vida que tan solo el estar con ellas, compartir, ya te llenan, te están dando una alegría interior, una paz que ni alcanzan a ser conocedoras del bien que hacen pero ahí está Dios haciéndose presente, ayudándonos con esos momentos que son regalos extraordinarios de personas que sencillamente suman en tu vida.