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"Se marchó triste porque era muy rico" (Mc 10,22)
"Nuestro poder judicial ha dado un pésimo ejemplo durante más de cinco años"
Muy respetada señora:
No cabe sino aplaudir su apelación a los políticos para que dejen de intentar manipular a los jueces. Me sumo a ella, pero me queda la sospecha de que eso pueda ser una cortina de humano para evitar un acto de contrición y un propósito de enmienda que muchos ciudadanos esperábamos.
Ya decían los romanos que “la mujer de César no solo ha de ser honrada, sino además parecerlo”. Y sin remontarnos tan lejos, ya sabrá usted lo importante que es, para un partido difícil de fútbol, que el árbitro inspire confianza y actúe bien; y lo que puede pasar cuando eso no se da.
Pues bien, en una democracia, el poder judicial es la principal de todas las instituciones: es la más independiente pero también la más obligada a dar buen ejemplo, a mostrar al ciudadano su capacidad para conductas desinteresadas, libres de intereses espurios y movidas solo por el afán de servicio a los ciudadanos y a la democracia.
Y en esta España tan sacudida, nuestro poder judicial ha dado un pésimo ejemplo durante más de cinco años, viviendo en una especie de “adulterio” público, ocupando cargos que ya no les correspondían y prolongando sin escrúpulos esa situación irregular. No ha sido cosa de dos o tres semanas (comprensible) sino de ¡más de cinco años! Y es un poco vergonzoso que haya tardado tanto en resolverse: porque eso, a la larga, va dañando la confianza (que hasta ahora no era extraordinaria pero tampoco negativa) en otras actuaciones de la judicatura..
Si me permite otra comparación: cuando en una iglesia sus llamados sacerdotes y su jerarquía, actúan de tal manera que parecen no creer en lo que predican, esas conductas dañan irremisiblemente al mensaje que pretenden transmitir. Pues bien, nuestras democracias son como una especie de iglesia laica, donde el poder de los jueces viene a ser su estamento más sagrado. Me temo que el mal ejemplo que hemos vivido durante estos últimos cinco años ha dañado seriamente la fe en la democracia y ha contribuido a fortalecer a la extrema derecha.
Por eso me atrevo a pedirle que, aunque en sus palabras de ayer no estuviera esa petición de perdón y ese propósito de enmienda que tantos ciudadanos esperaban, al menos su conducta futura deje bien clara su voluntad de que eso no se repita nunca más. De los políticos ya sabemos que podemos fiarnos poco. Pero al menos necesitamos poder fiarnos de los jueces. Cuanta más confianza hay en el poder judicial, mejor funciona una democracia.
Mucho ánimo pues, hermana Isabel: porque tiene usted delante una tarea tan importante como hermosa.
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