Hacerse pequeño COMO UN NIÑO y4

Hacerse pequeño COMO UN NIÑO y4
Hacerse pequeño COMO UN NIÑO y4
Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
11 oct 2019 - 18:37

Vuelvo a los días rosados en que era hijo no más

Iniciamos los versos de hoy con la figura de Miguel de Unamuno y un poema suyo, comprometido sin duda. Se trata de "En mi mano tu mano". Bien acompañado frente a una excitante puesta de sol escribe, con la mano en su compañera y en su propio corazón: "Los días que vivimos me vuelven con las nubes, / me traen de mis mañanas el infantil verdor, / y en la cumbre del monte donde se apaga el día, / se me enciende la estrella de la última ilusión. / En mi mano tu mano y en tus ojos mis ojos, / se me acaba el camino, va poniéndose el sol; / mañana cuando nazca de nuevo la mañana / del seno de la noche nos ha de nacer Dios."

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UNAMUNO, MIGUEL DE (Bilbao, 1864 – Salamanca, 1936). Se traslada Miguel en 1880 a la Universidad de Madrid para estudiar Filosofía y Letras. Finalizó la licenciatura con 19 años, doctorándose al año siguiente. Obtiene al fin en 1891 la cátedra de Griego en Salamanca, donde vivirá casi hasta el final. Dramaturgo y ensayista, novelista, filósofo... y, sobre todo, poeta, su estilo de escritura es muy personal, tosco y profundo, dramático y amoroso. En el tema religioso sobresalen los “Salmos” y “El Cristo de Velázquez”. Reflexiona: Ernestina de Champourcin en su antología de la BAC sobre el desgarramiento interior que atormenta el espíritu de Unamuno: “Pocas voces de habla española han expresado en forma tan hiriente y angustiosa la búsqueda de Dios en el hombre intelectual sensible al misterio y torturado a la vez por las mil y una tentaciones que le brinda la razón.”

VUELVO A LOS DÍAS ROSADOS

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Fecha Miguel de Unamuno estos versos a 14 de marzo de 1928, cuando solo le quedaban ocho años de vida. Regresa una vez más a la nostalgia de sus primeros años, “en que vivir es soñar”. Abandona su laberinto metafísico de sapiente intelectual y se aferra a la fe de niño, pidiendo al Padre que aumente el tamaño de la puerta chica del cielo, o le ayude a hacerse pequeño. Y llega a sentir que es así, que “vuelve a los días rosados” en que solo era hijo (y no la dura realidad de padre de nueve hijos en el destierro). Descubre que le va creciendo bajo la piel un corazón maternal... Me parece oportuno reproducir aquí los piadosos versos que acompañan el nicho-tumba que contiene sus restos en Salamanca: “Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, / misterioso hogar, / dormiré allí pues vengo deshecho / del duro bregar.” Sugerencias: ¿Qué epitafio te gustaría que presidiera tu sepultura y resumiera un poco tu vida? Háblalo con Dios...

AGRANDA LA PUERTA, PADRE...

Agranda la puerta, Padre,

porque no puedo pasar.

La hiciste para los niños,

yo he crecido a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,

achícame, por piedad;

vuélveme a la edad bendita

en que vivir es soñar.

Gracias, Padre, que ya siento

que se va mi pubertad.

Vuelvo a los días rosados

en que era hijo no más.

Hijo de mis hijos ahora

y sin masculinidad

siento nacer en mi seno

maternal virginidad.

PORQUE TÚ ERES MI PADRE

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Como último poema de “Ser niño”, ofrecemos “Oración de abandono”, de Carlos de Foucauld, militar y explorador convertido al cristianismo hacia 1886 y beatificado en 2005 por Benedicto XVI. Comentando el capítulo 23 del evangelio de Lucas, sobre todo el versículo 46 que reproduce el grito de Jesús en la cruz, “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!”, redacta el místico francés una comprometida meditación, sobre la que se ha compuesto la presente oración, popularizada en nuestros días. La entrega total, en la hora de su muerte, a la voluntad del Padre, muy similar a la agonía de Gethsemaní (Lc 22,42), ofrece al buscador de Dios un modelo de piedad de altísima exigencia espiritual. Sugerencia: podían orarse estos versos, pronunciando con sentimiento, por separado, una y mil veces, cada uno de los versos de la presente oración, también llamada “Plegaria de abandono”.

ORACIÓN DE ABANDONO

Padre,

me pongo en tus manos.

Haz de mí lo que quieras.

Sea lo que sea, te doy gracias.

Estoy dispuesto a todo;

lo acepto todo

con tal de que tu voluntad

se cumpla en mí

y en todas tus criaturas.

No deseo ninguna otra cosa, Padre.

Te ofrezco mi vida.

Te la doy con todo el amor

de que soy capaz.

Porque te amo

y necesito darme:

ponerme en tus manos,

sin medida,

con una infinita confianza.

Porque Tú eres mi Padre.

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ÍNDICE de ENLACES: pulsar el título de un Enlace

Hacerse pequeño COMO UN NIÑO

1. El que se hace pequeño como este niño…

REGALO, de Ángel Sanz

LIMOSNA, de Ramón de Garciasol

2. Y Dios se olvida de cerrar la puerta

18 DE NOVIEMBRE, de Carlos Murciano

MECIENDO, de Gabriela Mistral

HIJOS MÍOS, SAETAS, de Cintio Vitier

3. Verte jugar es como ver la luz del cielo

VERTE JUGAR, de Susana March

SI LIBRES SON LOS PÁJAROS…, de Jesús Mauleón

REQUIEM POR UN HOMBRE, de Carlos Murciano

y4. Vuelvo a los días rosados

AGRANDA LA PUERTA, PADRE, de Miguel de Unamuno

ORACIÓN DE ABANDONO, de Carlos de Foucauld

En el amor del CANTAR DE LOS CANTARES

1. Dios es amor. El hombre y la mujer son amor.

POESÍA COMPROMETIDA, de Enrique García-Máiquez

LA PAREJA, de Leopoldo de Luis.

2. Amaneciendo cada día a romper mi oscuridad

LA AMADA INNUMERABLE, de Bartolomé Mostaza

LA ESPOSA, de Jorge Carrera Andrade

EL PAN DE CADA DÍA, de Ángel Urrutia Iturbe.

3. Un velo de sueño y de ternura

LA ORACIÓN DE LA NOCHE, de José María Valverde

ORACIÓN DEL ESPOSO, de Juan Ruíz Peña

INVIERNO, de Luis Felipe Vivanco.

4. Como en las manos de Dios

A MI ESPOSA, de Cintio Vitier

ESTOY MIRANDO TUS MANOS, de José Bergamín

MOMENTO, de Carlos Murciano.

y5. ¿Qué son esas trompetas?

JUICIO FINAL, de Agustín de Foxá

AVISO PREVIO A UNOS MUCHACHOS

QUE ASPIRAN A SER CÉLIBES, de Casaldáliga

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