En el amor del CANTAR DE LOS CANTARES 2

En el amor del CANTAR DE LOS CANTARES 2
En el amor del CANTAR DE LOS CANTARES 2
Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
12 oct 2019 - 17:11

Amaneciendo cada día a romper mi oscuridad

Iniciamos la presentación del poeta de hoy, Bartolomé Mostaza, con algunos versos de su poema “Llamando”, cuya metáfora central es la expresión plástica del misterio como una puerta cerrada. El “puño rojo” del corazón golpea y golpea porque quiere atravesarla, saciar su sed de Dios manantial. La puerta está cerrada, y pareciera que Dios no escucha. Pero sabemos que un día se abrirá. Se oye ya rumor de agua, ya se vislumbran hilos de luz del otro lado, como escribió José Antonio Muñoz Rojas: “Uno es poeta que ve de pronto una rendija / abierta a una luz indudable.” Reproducimos versos de “Llamando”: “Sobre la puerta negra del arcano / el puño rojo de mi corazón / golpea día y noche, y nadie, nadie, / contesta a su tesón. / Y sé que tras la puerta me está oyendo / en la quietud de su silencio Dios. / Y sé que se abrirá la puerta un día, / de un súbito empujón… / Al otro lado de la puerta brota, / al otro lado, el fresco manantial. / Y el corazón golpea, porque sabe / que, al fin, se le abrirá.”

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MOSTAZA RODRÍGUEZ, BARTOLOMÉ (Santa Coloma de Sanabria, Zamora, 1907 – Madrid, 1982). Poeta tardío, dio a conocer sus versos a los 42 años (“Búsqueda”, 1949). Y, tres años después, publicará su segundo y último libro de poesía (“La vida en vilo”, 1952). Siguió escribiendo en secreto. Hasta que, quince años después de su muerte, Leopoldo de Luis dio a conocer, en “A corazón abierto” (1997), 480 páginas de magníficos poemas. Después de calificar a Mostaza como existencialista cristiano, así describe su espiritualidad: “El poeta quiere ir “Dios adentro”, quiere alejarse de la resaca diaria y admira la armonía del cosmos como un salmo de victoria. Tal vez estemos ante un poeta más frayluisiano que sanjuanista.” Para leer más poemas suyos pulsar aquí.

AMANECIENDO CADA DÍA A ROMPER MI OSCURIDAD

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Nos ofrece Bartolomé Mostaza en “La amada innumerable”, una deliciosa carta a su esposa, felicitándola por su creativo amor y suplicándola más y más exquisitas sorpresas (“dame la albricia del estreno, / y dame, en cada beso, otro sabor...”). Parece interesante que, a la demanda de novedad y juego, hubiera el poeta ofrecido su chispa lírica, su fantasía, su ingenio, en la creación común de un nuevo tiempo de erotismo y ternura. Sugerencia: en inicial diálogo con el Señor, no parece desacertado investigar caminos personales de comunicación; y dejar la iniciativa a Dios, perfecto Amante.

LA AMADA INNUMERABLE

Siempre distinta a cada prueba,

como la mar que va a su forma

y nunca llega a ella. Ensartas

un rosario de amadas en tu ser.

Seme la amada innumerable,

sorpresa que no acaba, nueva

continuamente a mi deseo

que no se sacia nunca de anhelar.

Cambia de ti a ti como nube,

iluminada de sonrisas

cual si llevaras dentro un alba,

diamante que varía cada vez.

Eternamente virgen ceba

de tu incentivo mi jornada:

dame la albricia del estreno,

y dame, en cada beso, otro sabor.

De fruto a flor, de flor a fruto,

en un vaivén de octubre a mayo,

brinca por cima del invierno:

dale a mi ardor voluptuoso elixir.

Seme la Hidra que encantada,

de sus cercenes se recobra;

seme vehemencia amaneciendo,

cada día, a romper mi oscuridad.

TU AMOR ES UN JARDÍN CON MIL SENDEROS

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Devotos versos del poeta ecuatoriano Jorge Carrera Andrade tan enamorado del Cantar de los Cantares como de su Esposa, para la que, con singular dedicación, escribe dos integrados sonetos, de rima consonante pero libre. Nos sorprenden metáforas del Cantar como la imagen del Jardín (“Tu amor es un jardín con mil senderos / que llevan a la fuente más secreta”: Cantar 4,12–15). El ramo de madrigales contiene además alusiones a la Escritura como “Tu amor es como el pan del evangelio” o “manantial que discurre en onda pura / abrevando mi sed de eternidad” (Jn 4,13–14). Hasta se imagina a su Amada como Santa de retablo: “donde alumbra las cosas con su luz / el oro que corona tu escultura”. Sugerencia: no parece difícil trasladar estas imágenes a María, la madre de Jesús, y pedir su intercesión.

LA ESPOSA

Las ventanas colmadas de jardín

iluminan, Esposa, tu figura

con una luz de Biblia, luz de nubes,

eco resplandeciente de la altura.

Tu amor es como el pan del evangelio,

manantial que discurre en onda pura

abrevando mi sed de eternidad

en dones sucesivos de hermosura.

Sobre el fondo de pinos y castaños,

Esposa mía, vives en mi sueño,

cruzas la galería de los años,

guiándome al jardín de la dulzura,

donde alumbra las cosas con su luz

el oro que corona tu escultura.

Esposa mía, hermana, buenos días.

El aire, el sol saludan tu presencia.

Gracias a tu ternura el mundo es nuevo.

Dimensión clara adquiere la existencia.

El amor, Continente descubierto

por ti, me da su flora prodigiosa,

su mina inagotable de riquezas.

Vivimos en la isla más dichosa.

Tu mirada acaricia la figura

de las cosas, y labran un panal

tus palabras abejas de dulzura.

Sonríes... y amanece en el planeta.

Tu amor es un jardín con mil senderos

que llevan a la fuente más secreta.

HACES LA EUCARISTÍA DEL PAN QUE RECIBIMOS

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Pequeña historia de amor cotidiano que refiere Ángel Urrutia Iturbe. La cesta transportó los alimentos... Concierto de cazuelas y sartenes; zapatillas y beso. Sobre el mantel, como Jesús en Jueves Santo, se parte el pan de Dios: “lo partes y te entregas, / hecha pan, hecha cuerpo, hecha luz, hecha amor...” Reflexiona: el hogar aquí es Templo de amor y presencia (“y mirándole a Dios, pides que a nadie falte / el pan de cada día, la luz del corazón”). El hogar aquí es Templo. Y el mundo ahí: Catedral.

EL PAN DE CADA DÍA

Perfumas la mañana de jaboncillo leve;

tu cesta trae un ritmo alterno de cadera,

y sacas la verdura como un vals detenido

y en la carne descubres establos en silencio

y mueves las tormentas del pescado en reposo

o agrupas paraísos de fruta consentida.

Tu delantal parece un alfabeto exacto

de llamas y sabores. Hay un lento preludio,

y se alzan como atriles las cazuelas, diriges

su andante gutural y después lo resuelves

con un compás de sal, con aceite profundo.

Mueves la batería de sartenes graduadas

y saltan las corcheas, la música ligera,

la prisa de que llegue el esposo a ti, esposa.

El cariño dispuesto junto a las zapatillas,

y esperar y creer y besarte el amor

que enciende tus mejillas, y estar de nuevo juntos,

y hacerme un hombre nuevo, y ya vendrán los hijos.

Pones sabiduría y exactitud humana

en el brillo puntual de la mesa caliente,

y mirándole a Dios haces la eucaristía

del pan que recibimos, lo bendices, lo tomas

con amor en las manos, lo partes y te entregas,

hecha pan, hecha cuerpo, hecha luz, hecha amor;

y mirándole a Dios, pides que a nadie falte

el pan de cada día, la luz del corazón.

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ÍNDICE de ENLACES: pulsar el título de un Enlace

Hacerse pequeño COMO UN NIÑO

1. El que se hace pequeño como este niño…

REGALO, de Ángel Sanz

LIMOSNA, de Ramón de Garciasol

2. Y Dios se olvida de cerrar la puerta

18 DE NOVIEMBRE, de Carlos Murciano

MECIENDO, de Gabriela Mistral

HIJOS MÍOS, SAETAS, de Cintio Vitier

3. Verte jugar es como ver la luz del cielo

VERTE JUGAR, de Susana March

SI LIBRES SON LOS PÁJAROS…, de Jesús Mauleón

REQUIEM POR UN HOMBRE, de Carlos Murciano

y4. Vuelvo a los días rosados

AGRANDA LA PUERTA, PADRE, de Miguel de Unamuno

ORACIÓN DE ABANDONO, de Carlos de Foucauld

En el amor del CANTAR DE LOS CANTARES

1. Dios es amor. El hombre y la mujer son amor.

POESÍA COMPROMETIDA, de Enrique García-Máiquez

LA PAREJA, de Leopoldo de Luis.

2. Amaneciendo cada día a romper mi oscuridad

LA AMADA INNUMERABLE, de Bartolomé Mostaza

LA ESPOSA, de Jorge Carrera Andrade

EL PAN DE CADA DÍA, de Ángel Urrutia Iturbe.

3. Un velo de sueño y de ternura

LA ORACIÓN DE LA NOCHE, de José María Valverde

ORACIÓN DEL ESPOSO, de Juan Ruíz Peña

INVIERNO, de Luis Felipe Vivanco.

4. Como en las manos de Dios

A MI ESPOSA, de Cintio Vitier

ESTOY MIRANDO TUS MANOS, de José Bergamín

MOMENTO, de Carlos Murciano.

y5. ¿Qué son esas trompetas?

JUICIO FINAL, de Agustín de Foxá

AVISO PREVIO A UNOS MUCHACHOS

QUE ASPIRAN A SER CÉLIBES, de Casaldáliga

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