La nostalgia fundamentalista es un peligro espiritual cuando intenta reconstruir una Iglesia preconciliar, autorreferencial y clericalista, cerrada en sus propios intereses. La obsesión por defender estructuras de poder clericales, en otros tiempos protegidas por dictaduras y ahora seducida por populismos integristas, más que el Evangelio. No solo es un anacronismo pastoral, sino una traición al Espíritu Santo
“Esperar al Señor es hacer sitio a las víctimas en la mesa de la vida” (J. Sobrino). En el Adviento, esperamos al Mesías que llega, comprometiéndonos con su causa liberadora. No es escapar de la realidad en grupitos de autosatisfacción emocional o ilusionarnos con liturgias pop de mercado, sino un llamado a construir su Reino de compasión y justicia.
“La espiritualidad de la esperanza no es una evasión de la historia, sino un compromiso en ella” (G.Gutierrez). El Adviento implica liberar la Tradición del cerrojo del clericalismo y escuchar el clamor de las víctimas... “la Iglesia no puede confundir estabilidad con fidelidad; que implica caminar con los que sufren”; no la preservación de estructuras estáticas...