Una travesía entre los miedos del mundo hacia el Belén de las Periferias
La Esperanza insurgente del Adviento
Un año de síntesis para el Papa Francisco
Peregrinos de Esperanza en estado de conversión activa
El Año Jubilar es una oportunidad transformadora para que la Iglesia reflexione sobre su misión histórica de ser partera del Reino de Dios en el mundo, tal como Jesús lo anunció. Es tiempo para recordar que “Él nos amó primero” (1 Jn 4) para “participar en algo que el ojo no vio, ni el oído oyó, y que Él ha preparado para los que le aman” (1 Cor 2,9). Ésta es la piedra angular de toda renovación y así trascender la dimensión institucional y enfocarnos en ser un signo vivo del amor, justicia y misericordia de Dios en el mundo.
El Papa Francisco aprovecha este hito o mojón en la historia ordinaria, para guiarnos a una Iglesia cercana, misericordiosa, humilde y en salida, que refleje el corazón del Evangelio y el mensaje de Jesús. Su visión de síntesis está enraizada en el Concilio Vaticano II, la espiritualidad ignaciana y la impronta refrescante de San Francisco de Asís, el pobre que recalculó el cristianismo hace 800 años.
El lema propuesto para el Jubileo 2025 es "Peregrinos de la Esperanza". Éste refleja el llamado a vivir la fe como un camino de esperanza en medio de un mundo marcado por la incertidumbre, las crisis y los desafíos globales. La esperanza no defrauda porque Cristo ya ha vencido y la creación entera espera su manifestación definitiva -con nuestra indispensable participación- donde habrá cielos nuevos y tierra nueva. Contrariamente a las utopías que esperan algo que no existe, los cristianos ya tenemos las primicias de Cristo resucitado que avanza en la historia hacia el desenlace final en el que será Todo en Todos.
Nadie está libre de pecado institucional y personal como para juzgar y condenar, por eso el año santo nos recuerda que siempre estaremos en “estado de conversión activa” mientras peregrinamos en esta carne. No tenemos que distraernos con las recetas salvadoras definitivas con las que ideologías, incluso las eclesiásticas, y sus falsos mesías, nos hackean con sus ejércitos de fakes news.
Pero demás de reconocer los pecados del pasado, existen las responsabilidades actuales de los cristianos en la construcción de un mundo más justo y fraterno. La intervención social equivocada o la pasividad son opciones morales ineludibles, por más piedad personal que tengamos.
El Evangelio siempre será la instancia crítica de toda elaboración humana, no para perdernos en disquisiciones intelectuales o culposas, sino para construir juntos el Poliedro del Reino de los Cielos desde sus Periferias existenciales. Francisco llama a la Iglesia a una conversión pastoral constante, a dejar atrás lo que ya no sirve y a buscar nuevas formas de anunciar el Evangelio en un mundo cambiante, por más que sectores ultraconservadores, apegados a un status quo que los favorece, lo critiquen.
Amar y servir al mundo
Volver a la esencia del Evangelio es reafirmar que el Reino de Dios no se trata de estructuras de poder, sino de vivir y anunciar el mensaje de Jesús: amor, justicia, perdón y esperanza. Durante el Jubileo, la Iglesia debería ser impactada por una especie de “electroshock”, como el que sentían los apóstoles al contemplar los milagros de Jesús, para redescubrir su vocación original de ser servidora y no dominadora, siguiendo el ejemplo de Jesús, quien "no vino a ser servido, sino a servir" (Marcos 10, 45).
El Reino de Dios no se mide por riquezas, prestigio o poder, sino por la capacidad de amar y servir. Durante el Jubileo, la Iglesia puede reflexionar sobre cómo vivir con mayor sencillez y desprendimiento, siguiendo el ejemplo de Jesús, que no tenía "donde reclinar su cabeza" (Mt 8, 20). Dice Francisco "Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres".
Si el año santo es para volver a comenzar con esperanza, hemos de hacerlo según la ruta de Jesús, quien comenzó su ministerio anunciando: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la buena nueva a los pobres" (Lucas 4, 18).
Un Año Jubilar es un tiempo para que la Iglesia se focalice más en los que sufren, escuche sus clamores y trabaje activamente por la justicia social, más en estos tiempos en que el egoísmo salvaje está de moda y la domesticación emocional anestesia. Esto implica no solo obras asistenciales de caridad, sino también denuncia profética de las estructuras injustas que generan desigualdades aberrantes y exclusiones masivas.
La Iglesia está llamada a ser voz de los sin voz y a denunciar las injusticias hasta el martirio si es necesario. El Jubileo es un tiempo para recuperar la valentía profética, siguiendo el ejemplo de los profetas y del mismo Jesús, quien desafió a las autoridades de su tiempo por amor a la verdad de las víctimas.
Una Iglesia que anticipa el Reino de Dios, también cuida la creación. Francisco es un fuerte defensor de la ecología integral, como se expresa en Laudato Si'. Él predica una Iglesia que protege la casa común y promueve un estilo de vida sostenible. "El cuidado de la creación es un acto de justicia y amor". Esto implica un compromiso con el medio ambiente y una crítica al modelo económico que explota los recursos y excluye a los pobres, como parece estar de moda con las actuales oleadas populistas.
Misericordia y no sacrificios
Vivir la misericordia y el perdón de Jesús, es una experiencia de felicidad y paz que este mundo en guerras bélicas y mercantiles, ignora con fervor. El Jubileo es un tiempo de indulgencia y perdón, tanto dentro como fuera de la Iglesia. La Iglesia debe ser un lugar donde todos, especialmente los alejados, encuentren acogida y compasión, sin juicios ni exclusiones. Esto refleja el corazón misericordioso de Dios, que busca a la oveja perdida (Lc 15, 4), acoge al hijo pródigo (Lc 15,11) y desarma el odio de los corazones. Jesús oró para que todos fueran uno (Juan 17, 21).
"La Iglesia es un hospital de campaña después de una batalla; lo que importa es curar heridas". (Francisco) Esto se refleja en su enfoque hacia los divorciados vueltos a casar, las personas LGBTQ+, y tantos que a menudo son estigmatizados por la institución. Frente a tanto pietismo individualista que huye de la realidad, el año Jubilar nos invita al misticismo del compromiso cristiano por un mundo más humanizado.
El Reino de Dios es sínodo y servicio
Pero no se puede anunciar al mundo aquello que ni siquiera se intenta vivir dentro. Fomentar la participación y la sinodalidad para que el Reino de Dios sea una comunidad de hermanos y hermanas, donde todos tienen un lugar y una voz. Durante el Jubileo, la Iglesia puede profundizar en su camino sinodal iniciado tan tibiamente, escuchando comprometidamente a todos: laicos, religiosos, sacerdotes, sacerdotes casados y especialmente a los jóvenes, de quienes ya no hay vestigios en nuestras parroquias.
"El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro" (Evangelii Gaudium, 88). Esto implica descentralizar el poder y promover una Iglesia más colegial y participativa, más Reino de Dios y menos “sociedad perfecta” decimonónica. Francisco señala que “La sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio".
El Papa Francisco ha insistido en que la Iglesia debe ser una "Iglesia en salida", que no se encierra en sí misma en la autoreferencialidad y el clericalismo, sino que va al encuentro de los demás, comenzando por los que están en las periferias de todo tipo.
El Jubileo nos convoca para salir de las estructuras rígidas y llevar el mensaje del Reino a todos los rincones del mundo, con creatividad y audacia. Francisco nos señala desde el comienzo de su pontificado que "Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a sus propias seguridades" (Evangelii Gaudium, 49). Francisco insiste en que el Evangelio es una fuente de alegría para transmitirse al mundo. Critica el pesimismo y el rigorismo, y llama a vivir la fe con entusiasmo y esperanza.
El muro del clericalismo
Pero si queremos vivir esta esperanza nueva, es imprescindible derribar los muros del clericalismo, la costra institucional que impide vivir la frescura del Evangelio. El clericalismo pone a los clérigos por encima y a costa de los demás, los llena de privilegios y los disfraza con falsas sacralidades, es contrario al Reino de Dios. Durante el Jubileo, la Iglesia puede trabajar para superar esta mentalidad que ha llegado a ser una profunda ideología, promoviendo una cultura de servicio y humildad entre sus líderes.
Pero, sobre todo, cambiando las estructuras clericales ya que la pandemia de abusos y pederastias encontraron en las actuales un caldo de cultivo para su proliferación. Así la lucha contra estas desviaciones no quedará en teatrales pedidos de perdón sin reparación y en palabras huecas sin metanoia. Habrá que modificar en serio sin dar más vueltas, el actual modelo de vida clerical, generando una mayor conciencia laical, ampliando el ejercicio del Orden Sagrado a los sacerdotes casados y contemplando una participación real de la mujer en las decisiones eclesiales.
Conclusión
poliedroyperiferia@gmail.com
También te puede interesar
Una travesía entre los miedos del mundo hacia el Belén de las Periferias
La Esperanza insurgente del Adviento
Adviento es esperar misericordeando en vez de nostalgiar condenando
La Esperanza del Adviento frente a la nostalgia fundamentalista
La esperanza en un destino que acoge lo provisorio
Cristo Rey: la Subversión Escatológica de la Misericordia
La Iglesia peregrina real frente a la idealizada y sus consecuencias
Zornoza victimario y víctima de la Iglesia idealizada
Lo último
Retomamos el camino de Adviento
15 de diciembre: III Lunes de Adviento
Si hablamos de "identidad sacramental" para vincular a los varones consagrados a Cristo, no terminamos de ver qué relación tiene con el orden natural, con la masculinidad o feminidad
¿Las mujeres no pueden acceder al ministerio ordenado?