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Cuaresma es escuchar y la escucha es el meollo de la Sinodalidad
Escuchar a Dios
Estamos transitando la cuaresma, el tiempo de escucha por excelencia. Jesús va al desierto para escuchar y discernir, también nosotros vamos con Él para acallar los ruidos que nos confunden y nuestro corazón escuche su Voz porque: la palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto (Isaías 55:10), “la palabra de Dios es viva y eficaz…cortante y poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón”.(Heb 4,12)
Shemá Israel, "Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno" (Dt 6,4 ). Es la plegaria más sagrada del judaísmo. Es recitada al final de la oración de Yom Kipur, el día más sagrado del año, y tradicionalmente son las últimas palabras antes de morir. Es la proclamación del único Dios y la renuncia a los ídolos o falsos dioses que nos acechan constantemente.
Es la escucha al Dios que habló a su pueblo con una palabra eficaz, liberándolo de la esclavitud, acompañándolo por el desierto, dándole su ley y enviando a los profetas para que esa ley estuviera siempre viva y no se convirtiera en letra muerta manipulable por los “dueños” de la religión y las idolatrías del mundo.
Escuchar a Dios, es encontrarse finalmente con Jesús, su Palabra hecha Carne, para discernir el sentido de la vida desde su Misericordia.
Escuchar al Pueblo de Dios
Dios habla a su Pueblo y habla a través de su Pueblo.
El Concilio vaticano II prefiere para la iglesia el nombre de Pueblo de Dios, de raigambre bíblica en vez de otras más racionalistas como “sociedad perfecta” o “institución”. No es una invención humana, Cristo nos ha hecho Pueblo: “vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”.(1 Pd 2) Porque hemos sido misericordeados podemos compartir un Pueblo de Misericordia.
La escucha es un don de Dios nos da, pero no para un ejercicio individualista …el destinatario siempre es el Pueblo de Dios. Ser imagen y semejanza de Dios es ser persona y pueblo. El grito del pueblo es el contenido prioritario de la escucha, no la “cultura” eclesial clerical con sus costumbres, gustos, méritos y prerrogativas.
La visión postridentina fue un modelo de comunidad cristiana desde su ser en sí y para sí –lo que critica Francisco como una Iglesia autorreferencial– desde elementos visibles que expresaban su unidad estructural (confesión de fe, sacramentos, legítimos pastores).
“Pueblo de Dios” es una invitación abierta a todos, no un sistema de exclusión para los que no se someten a mi secta devocional. Por eso, una Iglesia que sea definida solo por la pureza de su doctrina, la tradición de sus ritos y el poder sacralizado de sus jerarquías, no es pueblo de Dios si bien pudo haber sido la definición tridentina defensiva de “verdadera” iglesia “sin la cual no hay salvación”, desde el siglo XVI hasta el Vaticano II. No puede ser que la voluntad salvífica de Dios, tenga tantos filtros burocráticos humanos que excluyen … sin escuchar y comprender a las personas reales y los procesos históricos, como lo hacía Jesús.
El Pueblo de Dios comparte muchos rasgos humanos de todo pueblo, sus riquezas, pero también sus frustraciones y dolor, no es una sociedad perfectita de libro, es un pueblo que camina, se cae, se levanta, se arrepiente, festeja... Por eso tiene las condiciones para acompañar desde dentro a todos los hombres, porque porta la experiencia de la Misericordia de Cristo que transforma la cruz en resurrección, que da esperanza para recomponer lo que estaba perdido, para acoger al que nadie le interesa pero que es valiosísimo para el Padre.
Sin embargo, muchos nostálgicos siguen poniendo el énfasis sólo en una conversión individual inspirada en el modelo de cristiandad homogénea de otra etapa histórica, la ilusión de un reino de Dios "ya realizado en otra época", en una estructura socio-política-económica cerrada de unos pocos en un mundo de muchos excluidos y otros quemados en la hoguera.
La sinodalidad es el ejercicio de la escucha del Pueblo de Dios, donde cada persona es atendida como única. Es el llamado de un Papa que ha reformulado el sentido participativo con el que Jesús fundó la Iglesia para ser instrumento del Reino de Dios y no una secta conducida por una clerigo-cracia autorreferencial. Cuando lo escuché por primera vez, pensé que era otro artificio de participación, como tantas veces... para que todo siga igual. Pero me ido dando cuenta que Francisco ha iniciado un proceso que sabe que seguirá por mucho tiempo y que hará superar el actual estado inerte y retrógrado de grandes áreas eclesiales anquilosadas en pequeños intereses de grupo.
Escuchando al pueblo podremos respirar en él la voz de Dios. Ese sensus fidei supera un concepto teológico, es el rostro de Jesús mismo en el clamor del pueblo. Es escuchar a Dios en la Historia, en los pobres, que recibieron de Jesús el "título de propietarios" del Reino en el sermón de las bienaventuranzas. Solo saliendo de nuestros espacios cerrados y seguros podremos ir al encuentro de ese pueblo de Dios que grita, espera y tiene mucho que decir.
El camino hacia una iglesia sinodal no se produce por documentos sino en un camino de escucha compartida, en discernir juntos por los nuevos caminos posibles para cada realidad. No puede ser una escucha prefabricada de los pocos elegidos de siempre o un mero reporte de diagnósticos moralistas, que ya los conocemos. Es una experiencia de apertura a la realidad de los otros, especialmente los pobres y excluidos que tienen mucho que aportar. Para ello hay que vencer la comodidad del discurso único de nuestro grupito y estar dispuesto a navegar mar adentro, hacia los otros y distintos que cuanto más lo son, mejor nos introducen en el poliédrico misterio de Dios.
poliedroyperiferia@gmail.com
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