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"Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos"
La Iglesia conmemora hoy, día de los Santos Inocentes, la matanza de los menores que ordenó Herodes para intentar acabar con la vida de Jesús, a quien veía un peligro para su continuidad de déspota. Sin embargo, 20 siglos después estamos rodeados de santos inocentes a nuestro alrededor en cada una de las situaciones y países en los que un menor está en peligro y sus derechos no son respetados.
Resulta paradójico y cruel que un día en que se recuerda tanto dolor, sirva para hacer bromas de todo tipo. Las “inocentadas” diluyen y disfrazan una tragedia moral que continúa. También la Navidad es reemplazada por elfos y papás noeles que esconden al niño Dios y su mensaje de austeridad y solidaridad con los pobres del mundo.
Guerras, explotación, abusos, maltrato, matrimonios precoces, reclutamiento forzoso, orfandad, ausencia de escolarización, hambre, enfermedades evitables, etc. Lacras que afectan a la infancia en riesgo en este siglo en un mundo que se tapa los ojos con más consumismo egoísta, responsable último de tantos males, asegurado por un “paradigma tecnocrático” omnipotente, una supra-ideología de las corporaciones mundiales.
Hay menores estigmatizados y agredidos, otros que cumplen largas condenas en cárceles de adultos por pequeñas faltas, muchos que mueren en patera mientras buscan sobrevivir a sus países de origen, algunos no conocen otra realidad que un campo de refugiados y los hay que son abandonados o expulsados de sus familias simplemente porque no hay comida para todos en casa y deben aprender a sobrevivir en la calle.
Los santos inocentes han ganado su santidad fuera de los templos, en los desprotegidos caminos de la vida, ajenos a las cómodas seguridades de la clerecía y los opíparos herodes …que no tienen idea del sufrimiento ajeno (“sesgo cognitivo”). Reducirlos a estampitas litúrgicas es casi un atropello, una manipulación interesada de su sacrificio para ponerlo al servicio de una institución que tantas muestra de abuso y pederastia sigue dando. Y que no parece estar interesada en comprender, reparar y menos aún reformar las causas provocadas por el patológico celibato solitario de la vida clerical.
Vale la pena recordar la novela “Los Santos Inocentes”, donde Miguel Delibes describe una estructura social al servicio de unos pocos que mantuvo tanto tiempo la “España sumisa” y que explotó en una guerra civil que se prolonga en sus banderas engañosas hasta nuestros días. En esta novela, “Paco el Bajo” acepta sin remedio el destino impuesto por su señor, es el esclavo domado perfecto, sin queja. Le han mutilado la voluntad desde pequeño, un tipo que asume su condición servil con “naturalidad” y sometimiento. Por más que otros personajes como Azarías, busquen la protección de los indefensos, se alza por encima de ellos, el temible Iván, un señorito altivo, autoritario, violento en cada gesto para mantener el estatus quo de privilegio esclavista.
También viene a mi memoria la película “Miss Mary”, de María Luisa Bemberg, una pensadora autocrítica de su condición social privilegiada, la oligarquía ganadera del campo argentino. Allí describe esa burguesía terrateniente previa al peronismo, su vida de privilegios que “tira manteca al techo” y remite a las mujeres piadosas de la familia alguna beneficencia y una religiosidad sumisa y proselitista. Lamentablemente, ése es el pasado con el que sueña el actual gobernante, con el aval de una multitud de votantes extenuados del uso delictivo de la bandera de la “justicia social”. Poco durará el engaño de un medicamento libertario nacido como placebo para los males sociales de la corrupción anterior.
La educación es siempre la herramienta para lograr un cambio en sus destinos, más desgraciados aún. La educación de los que viven en la opulencia occidental, distraídos por entretenimiento, para que incorporen en sus mentes la preocupación samaritana por el que sufre. Esos jóvenes, a quienes se los llena de malos ejemplos sociales y luego se le pide a la escuela que haga milagros. Adolescentes a merced de las disputas ideológicas por sus mentes en cada cambio de gobierno.
Hace falta una buena educación para todos, especialmente para que los que no tienen futuro, puedan construir uno en sus malparidas vidas. Que descubran sus capacidades y destrezas. Ofrecerles la oportunidad de desarrollarlas les permitirá una vida más humana y no la reproducción de países enteros en la miseria.
En mayor o menor medida todas las sociedades y la sociedad global hoy más que nunca, viven esta tragedia que nace del corazón del hombre herido por el pecado de la soberbia, de sentirse dios por sobre los demás, “porque se lo merece”, lo ha conquistado y mantiene con la violencia sin tener que dar cuenta a nadie.
poliedroyperiferia@gmail.com
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