¿Las mujeres no pueden acceder al ministerio ordenado?

Si hablamos de "identidad sacramental" para vincular a los varones consagrados a Cristo, no terminamos de ver qué relación tiene con el orden natural, con la masculinidad o feminidad

El diaconado femenino dentro del orden sagrado sigue estando en estudio y eso es positivo en sí mismo. Es cierto que la Iglesia debe tomar tiempo suficiente para que la decisión sea adoptada por toda la Iglesia y eso es fundamental para el quehacer teológico. Por ello, los teólogos podemos seguir investigando y proponiendo. De ahí que yo me permita hacerlo en esta breve reflexión.

Diaconisas-Iglesia-primitiva_
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Tenemos conclusión, se dice que provisional, sobre la aceptación de mujeres al diaconado. El texto, entregado al papa, argumenta como sigue:  la masculinidad de Cristo, y por lo tanto la de quienes reciben las órdenes, no es accidental, sino parte integral de la identidad sacramental, preservando el orden divino de la salvación en Cristo. Alterar esta realidad no sería un simple ajuste del ministerio, sino una perturbación del significado nupcial de la salvación. Con este argumento se decide que, de momento, las mujeres no podrán acceder al ministerio ordenado. Dos cuestiones hay aquí que valorar.

La primera es que se mantiene la provisionalidad de la decisión, lo cual dice mucho en favor de una manera de ajercer el ministerio petrino que resulta de máximo interés: no se quiere cerrrar la puerta a las mujeres de manera definitiva, como sí hizo Juan Pablo II respecto al sacerdocio. El diaconado femenino dentro del orden sagrado sigue estando en estudio y eso es positivo en sí mismo. Es cierto que la Iglesia debe tomar tiempo suficiente para que la decisión sea adoptada por toda la Iglesia y eso es fundamental para el quehacer teológico. Por ello, los teólogos podemos seguir investigando y proponiendo. De ahí que yo me permita hacerlo en esta breve reflexión.

La segunda, de más calado teológico, es el argumento que se da. Se siguie insistiendo en la cuestión del género o sexo de Cristo, su masculinidad, para cerrar la puerta a las mujeres en el ministerio sacerdotal. Y aquí hay dos principios que se esgrimen: su masculinidad no es algo accidental en su ser Sacerdote, lo que implicaría que tampoco lo es para aquellos que se unen a ese sacerdocio por el ministerio, no por el bautismo. Deben ser varones como Cristo lo es. El segundo principio es que precisamente esa masculinidad es la clave de comprensión de la salvación como unas nupcias entre Cristo y su Iglesia, debemos entender. Cristo, varón y la Iglesia, mujer. La salvación es, por tanto, un hecho nupcial. Dicho en otros términos, la salvación debe ser entendida como unas nupcias eternas entre Cristo y su Iglesia, sostenidas en el tiempo mediante el sacramento del orden sacerdotal de varones que actúan in persona Christi en una Iglesia que es en esencia mujer. Las nupcias están así garantizadas y la salvación sigue siendo posible. Si el sacerdocio ministerial fuera ejercido por mujeres se daría una realidad extraña al orden natural (así parecen entenderlo): las nupcias entre dos mujeres que no podrían simbolizar la economía salvífica traída por Cristo, puesto que las nupcias entre dos mujeres no serían fértiles y la fertildad de estas nupcias debería ser la salvación.

Si lo hemos entendido bien, se está produciendo una contradicción en origen. Si hablamos de "identidad sacramental" para vincular a los varones consagrados a Cristo, no terminamos de ver qué relación tiene con el orden natural, con la masculinidad o feminidad. Hablar de salvación en términos nupciales no deja de ser un uso del lenguaje metafórico, porque en sentido estricto, Cristo no ejerce como varón para "fecundar" a la Iglesia, sino que Cristo ama a la humanidad, figurativamente la Iglesia, y eso simboliza la salvación para ella. Solo si Cristo nos ha amado somos salvos; solo si nos entregamos a Cristo podemos salvarnos. Este es el sentido sacramental de las nupcias salvíficas. No puede ser que el sentido sea natural.

Esto nos lleva a otra reflexión de interés. Si queremos abundar en el hecho de que la masculinidad de Cristo no es accidental, sino parte integrante de la economía sacramental, como se dice, entonces podríamos ampliar esta reflexión. Si la masculinidad no es accidental, no vemos por qué ha de serlo la judeidad o su ser hijo de María. Tan esencial es a Cristo su masculinidad como su judeidad y su filiación humana. ¿O podría ser Cristo quien es sin ser hijo de María y judío, como lo es ser varón? Esto nos llevaría que para ser sacerdote habría que ser varón, judío e hijo de María, lo cual solo lo es Jesús y esto es en el fondo lo que dice Hebreos, Cristo es sacerdote eterno según la línea de Melquisedec. Ningún otro varón puede ejercer de sacerdote, porque solo Él lo es. La condición sacerdotal solo puede ser aplicada a Cristo y a nadie más. Pero, como por el bautismo somos constituidos sacerdotes con Cristo, entonces, todo bautizado y bautizada es sacerdote.

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