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La iniciativa salpica al Opus Dei y a la propia Iglesia católica
El secretario del episcopado, García Magán, se refirió a él como el ‘falso positivo’, el caso inventado por la persona o el líder de un denominado grupo de católicos que, incluso ahora, se vanagloria de haber engañado a El País, al Defensor del Pueblo y a la propia Iglesia católica. Se llama Alfredo Fernández y es miembro del Opus Dei.
Era de esperar. Algo así, una patraña así sólo puede salir de la cabeza de un sujeto éticamente tarado. Primero porque, para colar su caso y desacreditar las investigaciones sobre la pederastia clerical es capaz de atentar contra el octavo mandamiento, que prescribe: ‘No levantarás falso testimonio ni mentirás’.
Cualquier cosa vale, cualquier método es bueno para desacreditar al ‘enemigo’ (El País), uno de los pocos medios de comunicación españoles que, desde hace cinco años, está sirviendo de altavoz de los abusados.
Porque muchos de los abusados por el clero saben que sus casos han prescrito y la única vía de quitarse del alma ese dolor desgarrador y esa mochila vital es sacarlos a la luz pública, darlos a conocer, gritar su indignación, sin siquiera esperar justicia judicial. Y eso sólo se lo permiten algunos medios de comunicación, como El País, El Periódico, Ara o Religion Digital.
Por eso, el caso del ‘falso positivo’ de Alejandro Fernández es venenoso y miserable, porque frivoliza y trivializa el dolor de las víctimas que, cuando denuncian, son muy conscientes de que no tiene pruebas y de que es su palabra contra la de su abusador. Sólo cuentan, pues, con su voz, con su palabra, con su testimonio, que es lo que ahora se ha intentado ensuciar.
Y quizás lo más doloroso del caso sea el que se trate de una actitud representativa de una parte (esperamos que no mayoritaria) de la Iglesia y, especialmente, de su propia jerarquía, que su único afán es defenderse de las víctimas. Éstas son el enemigo, no son Iglesia. Si lo fueran se callarían para no dañar la imagen de la institución y, por lo tanto, ellas con sus denuncias y los medios publicándolas, buscan acabar con ella. Pero, ‘non praevalebunt’…
Y más penosa todavía la consecuencia que extraen del caso: Es imposible saber la verdad de los abusos del clero. Por lo tanto, lo que hay que hacer es negar el tema y sembrar dudas e intentar desacreditar a los investigadores (El País, Defensor del Pueblo), porque están en campaña abierta contra la Iglesia.
Este comentario a la noticia del caso inventado por Alfredo Fernández publicada en RD lo ejemplifica abiertamente:
Que si, que si, que será del opus o cura villero, pero que os la han colado.....
Y con una facilidad pasmosa, imagínate la seriedad y meticulosidad del resto del "pretendido" informe del socialista ex cura arrepentido y toda la patulea progre que lo aplaude. Todo más falso que la tesis del perro sanxe.
Ale, a dar lecciones de periodismo a otra parte, inútiles....
La iniciativa de la que se vanagloria Alfredo Fernández causa más dolor a las víctimas y e intenta cuestionar su credibilidad, pero lo que realmente consigue es dejar por los suelos la catadura moral del ‘inventor’ y salpicar al Opus Dei, la organización eclesiástica a la que dice pertenecer, y a la propia Iglesia, a la que dice defender.
La Obra ya ha salido a distanciarse de la iniciativa personal de su miembro, que es libre de hacer lo que quiera. ¿Sin consultar con su director espiritual un caso de conciencia y que estuvo preparando durante meses? ¿Qué cuota de responsabilidad adquiere el Opus Dei lavándose las manos y quitándose de en medio, cuando vienen mal dadas?
¿Y si el caso se estuvo fraguando durante meses, en connivencia no sólo con el Abc, sino con otras varias cabeceras mediáticas eclesiásticas, la Conferencia episcopal no sabía nada? Aún concediendo que no supiese nada, una vez destapado el caso, ¿cómo es posible que el portavoz de los obispos, monseñor García Magán, pase de puntillas sobre él, sin condenarlo por atentar contra un mandamiento?
¿Es lícito que la Iglesia trate de defenderse con esos métodos? Lo que sí parece claro es que hay todavía bastantes obispos que sufren el complejo de fortaleza asediada por los enemigos y, para defenderse, acuden al ser “prudentes como palomas y astutos como serpientes” y, si cabe, a difundir bulos o inventos. ¡Y las víctimas, de nuevo, revictimizadas y crucificadas!
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