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La coronación de un cardenal navarro importado por Francia

Espaldarazo al cardenal Bustillo (54 años), demasiado joven para ser papable

"FRancisco, al optar por Córcega también está mandando una señal intraeclesial de preferencia por el eje cardenalicio de la Francia mediterránea, que tiene como figura central al cardenal Aveline, arzobispo de Marsella, y dos apoyos en ambas orillas del Mare Nostrum: el cardenal Bustillo, arzobispo de Ajaccio, y el cardenal Vesco, arzobispo de Argel"

"Desde ahora, el cardenal Bustillo se sitúa en la órbita de los purpurados amigos y mimados por el Papa reinante"

Bustillo es ‘progre’ sin ser nada radical, pero comulga a fondo con la primavera de Francisco y con su lema pontificio de ‘Repara mi Iglesia’

Papa y cardenal Bustillo

El Papa Francisco prefirió las periferias de la pobre y supercatólica Córcega al esplendor de los más ricos y poderosos del mundo reunidos en la reinauguración de la catedral de Notre-Dame, la reina de las catedrales. Es lo lógico en el Papa de los pobres, del santo pueblo de Dios y de la Iglesia en salida.

Pero, al optar por Córcega también está mandando una señal intraeclesial de preferencia por el eje cardenalicio de la Francia mediterránea, que tiene como figura central al cardenal Aveline, arzobispo de Marsella, y dos apoyos en ambas orillas del Mare Nostrum: el cardenal Bustillo, arzobispo de Ajaccio, y el cardenal Vesco, arzobispo de Argel.

Con su visita, el Papa Francisco apunta los focos de la Iglesia sobre un cardenal con mucho futuro en la institución, aunque sea demasiado joven (54) años para ser designado sucesor in pectore, pero que, evidentemente, será uno de los kingmakers del próximo cónclave.

El Papa y Bustillo

En la Iglesia, este tipo de gestos son siempre sibilinos en la forma (no tiene que notarse mucho) y en el fondo, para no ‘quemar’ al señalado. Pero, desde ahora, el cardenal Bustillo se sitúa en la órbita de los purpurados amigos y mimados por el Papa reinante.

Con todo el peso (tanto social como eclesial) que eso supone sobre los hombres de un joven cardenal franco español. Francisco Javier Bustillo (Arre, valle de Ezcabarte, 1968) es un navarro alto (1,85), delgado y esbelto. Un tipo agraciado y guapo, de cuello ebúrneo cual estatua griega. Elegante sin pretenderlo ni quererlo.

Como dice nuestro amigo y colaborador, Ángel Aznárez, "Bustillo tiene, pues, la elegancia de los cisnes, y en su continuo mirar hacia arriba destacaba aún más las vainas anatómicas conteniendo arterias principales y nervios que desde el cráneo descienden y descienden".

Se trata de un cardenal con prestancia natural, que recuerda a la que también lucía el difunto cardenal Martini. Al menos físicamente. Bustillo también destaca por no tener pelos en la lengua, para opinar, por ejemplo, sobre la necesidad de abrir las puertas a la emigración, para que el ‘Mare nostrum’ no se convierta en el ‘Cementerio nostrum’. O para pedir una mayor autonomía para una isla, como Córcega, donde anida un profundo sentimiento independentista.

Bustillo

Acostumbrado a la faja roja desde niño (como buen navarro, fan de los Sanfermines), lleva la púrpura cardenalicia con naturalidad, convencido, como suele decir a menudo, que no quiere que “la lógica del poder me haga perder autoridad”.

Por eso recibe el ‘cursus honorum’ con humildad y sencillez: “Mi vocación ha sido tranquila y no tuve una iluminación al estilo de San Pablo ni me caí del caballo. Fue algo natural y he seguido lo que me dijo don Fernando al ordenarme: déjate llevar”.

Educado en Navarra, entra en los franciscanos conventuales y empieza su período de formación en Italia y, sobre todo, en Francia, donde, después de ser ordenado sacerdote, se queda a trabajar pastoralmente en diversas tareas pastorales, entre ellas en el santuario de Lourdes, hasta su traslado a Córcega.

Nombrado, en 2021, obispo de Ajaccio (quizás por primera vez en la historia reciente, un español era elegido para portar la mitra en Francia), como un gesto de la esencial catolicidad de la Iglesia. Tan sólo dos años después, el Papa le eleva al cardenalato y le convierte en una figura de relieve mundial.

Bustillo es ‘progre’ sin ser nada radical, pero comulga a fondo con la primavera de Francisco y con su lema pontificio de ‘Repara mi Iglesia’. A su juicio, “la Iglesia necesita reparación, encontrar creatividad y audacia misionera”.

Por eso, sin criticar a fondo el clericalismo, asegura que el clero actual para el “libro de las Lamentaciones”. Él está convencido de que “estamos en crisis”, pero, en vez de lamentarse, cree que “hay que buscar respuestas y la sinodalidad es una de ellas”.

Hoy, simbólicamente coronado por el Papa Francisco, Bustillo aumenta sus posibilidades de convertirse en aglutinador de voluntades cardenalicias y sponsor oficial de su colega y amigo (fue el ordenante en su consagración episcopal) el cardenal Aveline que, a sus 67 años, y con su prestigio eclesial intacto, sí tiene posibilidades de colocarse en la rosa de los papables.

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