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Santiago Agrelo: "Recordamos el imperativo que hace posible la calma: 'Creed'"

"El camino es Cristo Jesús"

"Hoy, desde el corazón de sus hijos, desde el corazón de los obligados al confinamiento para huir de la muerte, desde la preocupación de los expuestos al contagio allí donde hay enfermos que atender, desde el dolor de los contagiados que todavía luchan por vivir, desde el silencio de los que ya han caído en esta batalla, la Iglesia clama al Resucitado"

Entierro de las víctimas de la peste en Tournai. Miniatura Siglo XIV

Se lo dice Jesús a sus discípulos: “Que no se agite vuestro corazón”. El verbo “agitar” evoca el estremecimiento que Jesús sintió ante la muerte de su amigo Lázaro y ante la traición de Judas.

“Que no se agite vuestro corazón”. Las circunstancias justifican las palabras de Jesús. Para sus discípulos se acercan horas en que, como barquilla en una tempestad, serán zarandeados por la angustia y, esta vez, habrán de enfrentarse solos a la furia del mar. No es que Jesús ya no estará dormido en la barca: Ahora, ¡Jesús no estará! Ahora los discípulos no podrán gritar aquel angustiado: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”.

Hoy, desde el corazón de sus hijos, desde el corazón de los obligados al confinamiento para huir de la muerte, desde la preocupación de los expuestos al contagio allí donde hay enfermos que atender, desde el dolor de los contagiados que todavía luchan por vivir, desde el silencio de los que ya han caído en esta batalla, la Iglesia clama al Resucitado: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”. La Iglesia clama, y recuerda, dichas para ella y para todos, las palabras de Jesús: “Que no se agite vuestro corazón”.

Y después de la invitación, recordamos el imperativo que hace posible la calma: “Creed”. “Creer” es entregar del corazón –entrega total de nosotros mismos- que sólo se puede hacer a Dios y a Jesús: “Creed en Dios y creed también en mí”.

Coronavirus en Manaus. Amazonía

Recuerda las palabras de Jesús cuando la tempestad en el mar de Galilea: “¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?”. La fe es el antídoto de las zozobras del corazón. Pero el Señor nos habló también del motivo de su ausencia.

Es como si la relación de Jesús con sus discípulos, que había empezado con una pregunta sobre una estancia –“Señor, ¿dónde vives?”-, llegase ahora a su culminación con una revelación inesperada, sorprendente, asombrosa, sobre esa vivienda: “En la casa de mi Padre hay muchas estancias”. No sólo Jesús “vivía” en la casa del Padre. Ésa es también la casa en la que van a vivir sus discípulos. Jesús va a prepararles –a prepararnos- sitio.

No te asombres, Iglesia de Cristo, de esta locura de amor, pues por llevarte con él a donde él vive, a donde él está, a la casa del Padre, a la casa que es Dios, recorrió todo el camino que baja desde el cielo hasta ti, todo el camino que baja desde Dios hasta nuestra debilidad, nuestros confinamientos, nuestros miedos, nuestra muerte.

Tú ya no preguntas como Tomás: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”. Tú has creído y sabes a dónde ha ido Jesús. Tú has creído y sabes también por dónde ir a donde ha ido Jesús: El camino es Jesús. Tú has creído y sabes también cómo ir por el camino que es Jesús: Si los escuchas, vas por el camino que es Jesús; si lo sigues, vas por el camino que es Jesús; si comulgas con él, vas por el camino que es él; si cuidas de él en los pobres, vas por el camino que es él. Tu camino es Cristo Jesús, su palabra, su vida, su cuerpo que son los pobres.

"Es como si la relación de Jesús con sus discípulos, que había empezado con una pregunta sobre una estancia –'Señor, ¿dónde vives?'-, llegase ahora a su culminación con una revelación inesperada, sorprendente, asombrosa, sobre esa vivienda: 'En la casa de mi Padre hay muchas estancias'"

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