"Encended en el corazón"
Encendamos las luces de la fe
Al Dios de Jesús, al Jesús de Dios, no le interesan los reinos, le interesas tú…
Jesús lo dijo así: “No podéis servir a Dios y al dinero”.
A Jesús lo habían tentado con esa apariencia de Dios, que es el dinero: “El diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le dijo: Te daré todo ese poder y esa gloria… todo será tuyo”.
Pero Jesús ya tenía Dios: el Dios de los pobres, el Dios de los pequeños, el Dios de lo perdido, el Dios que se altera de alegría por su única moneda recuperada, por su oveja perdida y encontrada, por aquel hijo suyo, que se había muerto, y que recupera resucitado…
Al Dios de Jesús, al Jesús de Dios, no le interesan los reinos, su poder y su gloria: le interesan los arrojados al borde del camino, los despojados de sus derechos, los heridos en su dignidad… Le interesan ciegos, sordos, mudos, leprosos, poseídos de espíritu malo, ladrones, prostitutas… Al Dios de Jesús, al Jesús de Dios, le interesas tú…
El ídolo, el otro dios, el del poder y la gloria de los reinos del mundo, ese dios sólo tiene ojos para sí mismo; de los pobres, desconoce el sufrimiento, y finge ignorar la existencia; para ese dios, el pobre, ni perro es: es cosa, es objeto, es material utilizable, propiedad de la que puede a su antojo disponer.
Ese dios sin alma, ha hecho del mar un cementerio de hombres, mujeres y niños en busca de pan. Ese dios ha hecho de nuestras fronteras un lugar de tormento para hombres, mujeres y niños en busca de futuro. Ese dios no ve, no oye, no siente … es un asesino sin entrañas.
En sus manos está la política y la información. Lo que el evangelista describió como una sugestión diabólica, la visión de los reinos del mundo con su poder y su gloria, hoy es una realidad a la vista de todos, y, todos rendimos homenaje a ese dios, a su poder, a su gloria… No importa si asesina, no importa si atormenta, no importa si legisla contra la esperanza de los últimos... Es dios, y todo lo puede…
Pero tú escucha la palabra del Señor tu Dios: “Escuchad esto los que oprimís al pobre, los que despojáis a los miserables… los que disminuís la medida y aumentáis el precio… los que compráis por dinero al pobre… Jura el Señor que no olvidará jamás vuestras acciones”.
En el día del encuentro con el Dios de Jesús, no te preguntarán por la misa dominical: te preguntarán por la humanidad que vivaquea a la intemperie en torno a Ceuta y Melilla, te preguntarán por los cementerios en la ruta canaria y en el Estrecho y en el Mar de Alborán y en el Mediterráneo central y en el Mediterráneo oriental. En aquel día, no te preguntarán por tus horas de adoración al Santísimo: te preguntarán por el Santísimo, por el cuerpo de Cristo, por los pobres en los que Cristo Jesús te pidió ayuda, por los hambrientos y sedientos, por enfermos y encarcelados, por inmigrantes y sin techo. En aquel día, Dios nos preguntará por Dios, nos preguntará por su Hijo, y sabremos si hemos pronunciado sobre nuestra vida una bendición o una maldición.
El apóstol lo dijo así: “Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza”. Y los discípulos de Jesús intentamos aprender a seguirlo por el mismo camino.
En el día del encuentro, sólo buscarán en nosotros un parecido con el Dios de Jesús, con el Jesús de Dios, que se hizo pobre para “levantar del polvo al desvalido, alzar de la basura al pobre”.
Feliz comunión con el Jesús de Dios.
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