Los pobres son los “ángeles” que Dios nos envía para anunciarnos que ha nacido el Salvador. Ellos son la estrella en el firmamento de la vida que conduce a los 3 sabios de Oriente a reconocerlo y ponerse a su servicio con todos los talentos recibidos y multiplicados.
Pobre es el que ha dejado de pertenecer o aquel a quien los sistemas civiles o religiosos nunca le dejaron pertenecer. Aquel a quien se le niega una familia, una sociedad, una comunidad religiosa y un pueblo, no se lo invita ni se lo acoge…porque no tiene “con qué pagar”
Así son las Bienaventuranzas (Lc 6, 24), de este niño que nace: proclaman la grandeza del Señor (Lc 1,46) en los humildes. Pero también los “ayes” por los que serán “derribados de sus tronos” de felicidad, a costa de otros. Jesús es signo de contradicción, no el almibarado niñito de disney con elfos y papás noeles que mercantilizan todo.
Hoy es el día en que las víctimas de todas las inquisiciones y los perseguidos por practicar la justicia (Mt 5,10) pueden comenzar a ver la luz. Dios se ha hecho humano. Ha tomado partido por las víctimas de la historia e invita a los inquisidores a convertirse.
Dios no nace donde se exalta el lujo, por más que nunca falten clérigos que ofician de capellanes al servicio litúrgico de los poderosos, que hasta "la religión" pueden comprar. Les están mintiendo, son falsos profetas (Mt 7, 15) por más que se embadurnen de latines, ornamentos antiguos y celibatos artificiales....y los consuelen con meditaciones desencarnadas y alguna beneficencia para "tranquilizar el alma".