Francisco vincula la devoción al Sagrado Corazón con una dinámica transformadora en el mundo, generadora de justicia y fraternidad. “El corazón de Cristo es ‘éxtasis, salida, donación y encuentro… Nuestro corazón unido con el de Cristo es capaz de realizar este milagro social” (n. 28)
El Corazón de Jesús no es un "ícono estático de devoción intimista", sino "un fuego sagrado que se expande con cada víctima que clama justicia". Este fuego es, en sí mismo, un torrente profético. Cada herida infligida por quien tiene poder en la sociedad o en la Iglesia, cada abuso encubierto, cada exclusión legitimada por doctrinas deshumanizantes "son lanzas que vuelven a traspasar ese Corazón"
El Corazón de Jesús no es un amuleto para egos heridos, un mindfullnes para burgueses aburridos o culposos, sino la expresión viva de un Dios que camina con su Pueblo y se compromete hasta la cruz ("hasta el extremo", Jn 13:1)..."un llamado a salir, servir y caminar juntos", un "terremoto" que busca desde una Sinodalidad real, el "caos creador de Pentecostés" (Hch 2).
Frente a la sociedad del like y el selfie, la sinodalidad propone una revolución del amor concreto: donde el "nosotros" prevalece sobre el "yo", y la fidelidad sobre el consumo espiritual. "No se ama con ideas, sino con el corazón... y con los pies" (Papa Francisco).