Acaba de aprobarse en España una Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE), llamada ley Celaá, por el Ministro de turno. Ha suscitado adhesiones y rechazos, dentro las tres “Españas”, una que pone, otra que opone y aquella que quiere pactar
No quiero ni puedo entrar en los entresijos sociales, ideológicos, económicos o educativos de esa ley, aunque desde niño tengo en este campo mis sospechas. Quizá algunos promotores de una escuela “libre” no quieren la igualdad, y otros que dicen buscar la igualdad no quieren la libertad real y múltiple. Quizá existe una escuela pública que no es pública y una libre que no es libre, como supe en la escuela de destierro de mi infancia y he dicho después en un libro sobre el tema
Soy hijo de maestra sancionada por gentes que quisieron imponer su educación, y he sido sancionado por pensar con cierta libertad en una universidad de Iglesia. Ahora, año 2020, ante las discusiones de la Ley Celaá, he tenido tiempo de repensar el tema en línea de política y poder, de economía y división social en un ámbito de enfrentamiento y lucha… pero, sobre todo, en línea de evangelio, retomando algunas reflexiones de mi libro sobre Jesús Educador