A finales del mes de octubre de 1955, el nuevo maestro general, M. Browne, le destina a Cambridge sin ofrecerle explicación alguna. Es una medida que recibe como una sanción directa del Santo Oficio
Se encamina dando señales, a diferencia de los dos anteriores, de la depresión que se avecina. "Soy un tipo acabado. Resulta atrozmente penoso ser así un muerto viviente, asistir a la propia muerte"
Tras escribir una desgarradora carta a su madre, recibe otra del maestro general en la que le autoriza a trasladarse "a uno de nuestros conventos de Francia". Es recibido con los brazos abiertos por Mon. Weber en Estrasburgo
El 20 de julio de 1960 lee en “La Croix”, con enorme sorpresa, que ha sido nombrado consultor de la Comisión Teológica preparatoria del concilio, cuya convocatoria había anunciado Juan XXIII año y medio antes
Este nombramiento, interpretado como una rehabilitación, no le llevará a olvidar las dudas, la consternación y el pesimismo que se apoderaron de él a lo largo de los “tres exilios”