"De alguna manera, aunque no nos guste, todos tenemos en nuestro interior algo de Judas… la capacidad para señalar lo que se puede estar haciendo mal según nuestro propio criterio"

"Quizá cuando caemos en esta actitud perdemos de vista lo esencial, ese mensaje que se halla presente de forma oculta y que sólo puede ser desentrañado cuando uno mira más allá de sí desde la lógica del don"

"Siempre sucede lo mismo, nos distraemos con demasiada facilidad y dejamos lo importante aparcado"

"María de Betania es consciente de ello y se pone a atender, se presta ofreciendo un fragante cuidado. Todo lo bueno, bello y auténtico siempre posee un aroma inconfundible"

El apóstol Judas Iscariote no era un apóstol cualquiera, era un “zelota”, miembro de la comunidad más revolucionaria de la sociedad judía. Además, era el administrador económico del grupo. (Quizás se podría decir que Pedro -inicialmente Simón- y él eran los dos miembros más significativos)

Judas salió de la reunión de la Cena de despedida con la aprobación tácita de Jesús (“Lo que tienes que hacer, hazlo”). Lo que hizo en aquel momento es informar a las autoridades judías del lugar donde estaría Jesús aqulla noche, para rezar. Era facilitar la detención nocturna, por lo tanto, en principio secreta, de Jesús. Y ¿qué podía suceder?

Siempre hemos hecho malas lecturas de Judas ajusticiándolo y dando a entender que por Judas Jesús murió de manera temprana y trágica

Judas no existió como traidor, sí existió el odio cristiano vertido no solo sobre este individuo, sino sobre todo su pueblo, “los iscariotes-sicarios”, un odio real sobre una historia adaptada