Jesús sale de la sinagoga de Cafarnaúm y y se fue a compartir a casa de dos de sus amigos, de sus discípulos, de Simón y Andrés.
Jesús comienza a relacionarse con sus amigos, con las primeras comunidades de una forma diferente. En el centro de la amistad o de las relaciones ya no están las leyes y los preceptos, y no es que Jesús diga que no tienen valor, sino que las leyes están al servicio de la Buena Noticia, del mandamiento más importante, el amor.
La madre de la esposa de Simón está enferma y no puede salir a recibirlos en la casa. Marcos nos dice que Jesús no se queda sentado disfrutando con los demás, sino que se preocupa por los más desvalidos, no tiene miedo de contagiarse de ninguna enfermedad, y toma la iniciativa, se acerca, la coge de la mano y la levanta. A la mujer se le pasaron todos los males y empieza a servirles.
“Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.” Jesús llevaba una vida muy intensa, no paraba de caminar y de moverse, de conmoverse, de acoger, de servir, de sanar,… pero nunca abandona la relación con su Padre, donde reside su fuerza, su confianza, su esperanza, la fuente de su amor.
¿Cómo me relaciono con los demás? ¿Quiénes son mis amigos? ¿Qué lugar tienen en mi vida las personas que peor lo pasan? ¿Con quién comparto la mesa? ¿Cómo es mi relación con nuestro Padre?