Hemos sido hechos a imagen y semejanza del Dios Uno y Trino. Lo uno y lo múltiple son constitutivos de nuestra naturaleza creada. Somos uno y muchos... como Dios.
La imagen del poliedro usada por el papa Francisco es de una estética excepcional para ilustrarlo: la unidad en la diversidad. De este modo la unidad no uniformiza y se construye con una diversidad que no es la guerra con el otro, sino su complemento dialogal.
Distinción en comunión sin confusión. Dios no ha “repetido” ni un ser humano al crearnos, sin embargo, nos ha hecho para la unidad, la complementación de dones y talentos, todos hacemos falta en su Plan.
La soledad se ha convertido en la patología del siglo XXI. Daña nuestra salud, nuestro futuro, nuestra felicidad y amenaza la democracia. Nunca hasta ahora ha sido tan generalizada.
El Pueblo humilde y trabajador es imagen de la Trinidad: personas y unidad. Diferencias e identidad en comunión, con mucho que compartir. Hay que hacerse pueblo, convertirse de la vanidad de los elitismos de este mundo. Jesús conectaba con el pueblo, por eso lo seguían. Captaba su esencia porque los amaba con misericordia
El Pueblo de Dios, misteriosamente encarnado en los pueblos del mundo, es ese sacramento, ese puente elegido por Dios, que rescata a todos, empezando por “los no-pueblo”, los nadies, los indeseables, los solos, los descartados que sobran de cualquiera de las configuraciones sociales de este mundo. Ser pueblo es la victoria sobre la soledad de la exclusión.