"Los criterios y orientaciones en la formación clerical no han de basarse, como en el pasado, en la rigidez más absoluta ni la habitual hipocresía clerical"
Tampoco es evangélico instaurar un ambiente de crítica irrespirable por su virulencia, su acidez y su negatividad. El superior jerárquico no solía ser respetado, casi siempre salía muy mal parado y, por supuesto, se le exigía que se dejase de contemplaciones y pusiese en práctica el 'ordeno y mando'
"No debería olvidarse, como criterio de valoración de cualquier realidad o como criterio al ejercer la autoridad, la libertad y el propio derecho , el dictado de la propia conciencia, las exigencias del evangelio, el testimonio de vida o el protagonismo de cada cual al configurar su destino"
"Es básico el esfuerzo por sintonizar con los signos de los tiempos. Es un grave error posicionarse a la defensiva. Cuando todo cambia en el mundo y en la sociedad, no se puede enseñar lo contrario: el inmovilismo más negativo, reaccionario y sin sentido"
"Lo primero que advertí al inicio mismo del ministerio es la inutilidad de mi formación. No me servía para casi nada. Por ello es importante atender a la formación humanista del futuro sacerdote así como al proceso del pensamiento y a las ideas que han configurado la civilización en la que vivimos. No sirve de mucho la teología y la moral elaboradas al dictado del Magisterio o sin atender a la realidad existente en el mundo a evangelizar. Hay que prescindir de la ya vieja y superada escolástica"
"Frente al criterio de la prohibición absoluta de acceso a los instrumentos en que se expresaba la cultura de entonces, se ha de adoptar el criterio contrario: facilitarlo al máximo"
"En el futuro ha superarse, sin concesión alguna, el supremacismo clerical"
"La pasión por la libertad, que ha de caracterizar en el futuro a los líderes religiosos, la aprendí, personalmente, en mis resistencias a las situaciones sufridas en el internado. Igualmente he de atribuir el origen de mi aversión a toda forma de autoritarismo a aquellos once años que tuve que soportarlo en el internado cuartelero. Y, finalmente, mi tendencia a no hablar ni desde púlpitos ni desde ningún lugar situado ‘arriba’ de los demás, también se la debo a aquella experiencia vivida a diario en el internado"