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Beatificación del P. Rutilio Grande SJ y compañeros
Rutilio Grande fue un jesuita salvadoreño, un profeta en su tiempo y contexto, que fiel a la Buena Noticia del Evangelio anunció como Jesús la liberación a la gente más sencilla, los campesinos salvadoreños que vivían una situación de opresión muy fuerte, en el inicio de una guerra civil. En el camino, acercó todas las nuevas enseñanzas de la Iglesia y las popularizó, construyendo comunidad, como una Iglesia cercana a los más desvalidos, denunciando las injusticias, formando a agentes pastorales y sentándose todos juntos a la mesa. Rutilio Grande García nació en El Paisnal el 5 de julio de 1928 y fue asesinado en Aguilares el 12 de marzo de 1977, a la edad de 48 años.
Rutilio fue un gran amigo y colaborador de Mons. Romero. Hay un consenso claro en que la conversión de Romero hacia una Iglesia encarnada y cercana a los más pobres fue gracias al testimonio de su amigo Rutilio. La muerte de Rutilio, debido a su compromiso con los desheredados de El Salvador y la denuncia de las injusticias, fue un punto de inflexión en la vida de Romero, que le impulso a comprometer su vida con la comunidad a la que servía como pastor, hasta entregar su vida: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”.
El Vaticano II tuvo una gran influencia en toda la Iglesia, y en especial en la Iglesia Latinoamericana donde desde Medellín se encarnó de una forma especial en el caminar junto a los más pobres. Esas enseñanzas que Rutilio y más tarde Romero hicieron suyas en su vida y ministerio, junto a la de tantas personas y comunidades, influyeron en toda la Iglesia Salvadoreña y nuestros compañeros en la UCA. Dicen las personas que conocieron de primera mano a los compañeros mártires, que un impacto importante de Rutilio y Romero, fue ver cómo los jesuitas comenzaban a acompañar y salir a las comunidades, y como la vida de las comunidades entraba de lleno en la Universidad.
Asimismo, no es fácil encontrar una correlación directa, pero parece clara la influencia de Rutilio y tantas otras personas que siguieron su estela, en la concreción de una de las preferencias apostólicas de los jesuitas para los próximos 10 años: “caminar con los excluidos”, es decir, caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y justicia.
La beatificación de Rutilio, junto a Manuel Solórzano y Nelson Lemus, dos miembros de su comunidad, y la del P. Cosme Spessotto, nos anuncia a mi modo de ver dos cosas muy importantes. La primera es que la Iglesia propone como modelos de santidad a unas personas que entregaron su vida, como Jesús, al anunció de la Buena Noticia a los más pobres por amor. Un amor que los llevó a entregar su vida. Este hecho es de vital importancia para el pueblo salvadoreño y para todo el mundo, que ha vivido durante años oprimido y olvidado. Esta beatificación evidencia que Dios nunca abandona a su pueblo. En segundo lugar, nos invitan a seguir su ejemplo, a construir comunidad, a sentarnos juntos a la mesa, a proclamar la buena noticia, a sanar los corazones heridos y a anunciar la liberación.
Tengo que decir que Rutilio y Romero son dos figuras que animan y alientan mi vocación y me acercan a Jesús. De ellos he aprendido a creer y a animar la comunidad, a estar cerca de la gente sencilla que es portadora de la Buena Noticia, de la importancia de la formación, de proclamar la Palabra y de encarnarla como comunidad. Hay algo de Rutilio y también de Romero que me impresiona enormemente. Ambos eran dos hombres frágiles, física y mentalmente, con periodos de oscuridad y fuerte fragilidad, y es desde esta realidad que Dios los llama. No porque fueran perfectos o con superpoderes, sino porque es a través de esa debilidad que el Señor los hizo “fuertes”. A todos los que no somos perfectos nos consuela ver que el Señor llama y pone como ejemplo a Rutilio. Dios no nos quiere porque hagamos todo bien, sino que nos acoge y nos llama a pesar de nuestras debilidades y limitaciones, confía en nosotros, ayudándonos a partir de donde estamos a dar pasos adelante, a caminar a su lado.
Rutilio pronunció una homilía que fue un hito determinante en su vida, pues su anuncio y denuncia lo llevó a la muerte. En este conocido Sermón de Apopa decía así: “Un mundo material para todos sin fronteras. Una mesa común con manteles largos para todos. Cada uno con su taburete. Que para todos llegue la mesa, el mantel y el conqué.”
En un mundo a veces agarrotado por el miedo y deseoso de construir muros, Rutilio nos invita a ser generosos y a tender puentes. Asimismo, nos anima a construir comunidad, a caminar juntos, a crear una mesa común, con manteles largos que dotan de dignidad a los comensales, una mesa inclusiva, donde todos y todas tenemos nuestro lugar, donde nadie se queda fuera. Una invitación a vivir junto a los desheredados de este mundo, a formarnos, a ser profetas de nuestro tiempo, a zambullirnos en la Biblia y a hacerla carne en la comunidad.
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