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Yo no soy economista. Por tanto, no se fíen de mis consideraciones sobre la razón de ser o la naturaleza del capitalismo. Pero yo no voy a decir ni palabra sobre la razón de ser, la naturaleza o los beneficios que produce el sistema capitalista. Sólo quiero decir una palabra que, a mi manera de ver, es determinante cuando se trata de analizar un sistema de gestión de la convivencia humana. Y en este caso, se trata de ver cómo gestionamos el uso o el abuso del dinero.
Pues bien, dicho esto, lo que yo veo – y lo ve cualquiera – es que el capitalismo embrutece a quienes vivimos de él y en él. Y además es un sistema que gestiona la economía de manera que centra todo el interés, de quienes viven de él, de forma que la “conditio sine qua non” de su prosperidad radica en el egoísmo y el consiguiente e inevitable embrutecimiento de quienes lo gestionan y fomentan.
Por el camino que sea, el proyecto del capitalismo es acumular. Y acumular es concentrar la riqueza en unos pocos. Lo que produce inevitablemente el empobrecimiento de los demás. De ahí que un mundo dominado por el capitalismo es inevitablemente un mundo desigual. Cada día que pasa, más desigual. El que no vea esto, sin duda alguna, es que está ciego.
Y si no, ¿qué está pasando en Europa, si la relacionamos con África? ¿Y qué viene ocurriendo en América, si establecemos la línea divisoria en la frontera que separa a Estados Unidos de México? Más en concreto: cuando estoy escribiendo esto, me entero de lo que han hecho Alemania y Holanda con los países más necesitados de la UE.: Grecia, Italia, España…
Sin duda alguna, vivimos en un mundo embrutecido. Ha tenido que venir el coronavirus, para que nos enteremos. Pero, ni por ésas. Los más “listillos” dirán: “que se espabilen los torpes”. Yo, más bien, digo: a ver si, de una vez, caemos en la cuenta de que la cultura del capitalismo nos ha embrutecido a todos mucho más de lo que imaginamos. Hemos perdido lo más elemental de nuestra “humanidad”.
Y termino: quienes me conocen, saben que yo me dedico a la Religión y a la Teología. Pues bien, la Religión y la Teología tienen tanta responsabilidad, en esto del capitalismo y el embrutecimiento que produce, que el año que viene, en 2021, hará un siglo que Walter Benjamin escribió aquello de “El Capitalismo como Religión”. Desgraciadamente, Benjamin tenía razón. Y así estamos: nos sobran perfumes y marcas de coches, pero no tenemos mascarillas ni guantes para atender a los que se están muriendo. No cabe duda. Nos hemos embrutecido más de lo que imaginamos.
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