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"¿Lo más urgente es proteger y salvar a los viejos? ¿O lo que más urge es sacar adelante la economía?"
El problema está planteado. ¿Lo más urgente es proteger y salvar a los viejos? ¿O lo que más urge es sacar adelante la economía? Cualquiera entiende que es apremiante optar por lo uno o por lo otro. Porque parece (y lo entiende todo el mundo) que ambas cosas, a la vez, no va a ser fácil sacarlas adelante. ¿Qué hacer entonces?
Uno de los hombres más inteligentes que yo he conocido en mi vida, el profesor Joseph A. Jungmann, solía decir que, “en asuntos de verdadera importancia, lo más práctico es tener una buena teoría”. Que estamos ante una situación de enorme importancia, nadie lo duda. Que, en este asunto, abundan los que no saben qué hacer, también es un hecho que abunda más de lo que imaginamos. ¿Qué es lo más apremiante? Por lo tanto, ante esta pregunta, ¿cuál debe ser nuestra respuesta?
El criterio determinante – me parece a mí – es que nunca se pueden equiparar el fin y los medios. La vida (y el mantenimiento de la vida) es el fin. La economía (y las formas de organizar y gestionar la economía) es el medio, para dar vida, proteger la vida, mejorar la vida. Cuando la economía se organiza de manera que, en realidad, para lo que sirve es para que unos pocos acumulen la riqueza, a costa del trabajo y el sufrimiento de los demás, eso es utilizar la economía, no para dar vida, sino para causar dolor y muerte.
Pues éste, ni más ni menos, es el dilema que se nos plantea. Teniendo en cuenta que, cuando hablamos de “economía”, no hablamos de “riqueza”. Hablamos de los medios que utilizamos para que dar vida, proteger la vida, mejorar la vida.
Esto supuesto y tal como están las cosas, el dilema que se nos plantea no es si preferimos la vejez o preferimos la economía. El dilema está en saber si lo primero es la vida o lo primero es la prosperidad de los que viven mejor a costa de los que aguantan como pueden. Porque así es como van tirando de la vida muchos millones de criaturas.
Y es que el coronavirus ha venido a decirnos que la economía, tal como funciona, es una canallada. De ahí que quienes optan por la economía, a costa de los viejos, de los que no pueden costearse una sanidad bien equipada, de la muerte de miles de gentes sin medios, etc. etc., por más que oculten o disimulen esa criminal desvergüenza, lo mejor que pueden hacer es dejar ya y abandonar su repugnante y criminal negocio.
El coronavirus es una espantosa desgracia. Pero es más desgracia todavía la canallesca economía que manda en nuestro mundo.
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