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Querido amigo, hermano y compañero José Arregui: Gracias por la reflexión que me has enviado, que me ayuda y me viene muy bien. Lo que yo pretendía decir - seguramente mal dicho - es que el tema de los "paradigmas" nos lleva derechamente e inevitablemente al tema de "Dios". Es decir, nos lleva a presentar cómo entiende cada cual a Dios y nuestra relación con Dios.
Ahora bien, mi modesto punto de vista es que ese tema (o problema) nos rebasa, nos supera, no está a nuestro alcance. Porque Dios es, por definición, el TRASCENDENTE. Y si efectivamente Dios se tiene que entender y explicar a partir de la "trascendencia", eso nos viene a decir que todo cuando podamos pensar o decir de Dios, eso no es Dios, sino la "cosificación" o la "objetivación" de Dios mediante la cual cada cultura o cada ser humano se "representa" al Trascendente.
A mí me ayudó mucho a pensar en esto lo que escribió Paul Ricoeur (hace ya bastantes años) en la Conclusión final de su Ensayo sobre Freud. Es de lo más profundo que se ha dicho sobre este oscuro e inalcanzable asunto. Los humanos no podemos pensar sino "objetivando" lo que pensamos y decimos. Por tanto, no podemos pensar a Dios nada más que convirtiéndolo en un "objeto" mental nuestro. Pero, entonces, eso ya no es Dios, sino nuestra "representación" de Dios, un producto cultural, una "creatura" más.
Por eso, desde mi tradición cristisana (en la que he nacido y me han educado), yo no encuentro otra salida que la que propone el final del "Prólogo" del IV Evangelio: "A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo Único (o sea Jesús) es el que nos lo ha dado a conocer" (Jn 1, 18).
Pero, ¡Atención!, Jesús fue el primero en comprender que ni siquiera sus propias palabras, sus ideas y sus explicaciones daban a conocer a Dios (el Padre, en el léxico del NT). Por eso, Jesús insiste: "Si no creéis en mí, creed en mis obras" (Jn 10, 38).
Ni de Dios pensamos o de Dios hablamos con nuestras ideas y nuestras palabras. De Dios, solamente habla nuestra vida, nuestra forma de vivir, nuestra conducta. A partir de esto, podríamos empezar a afrontar el tema de Dios.
Todo esto, querido amigo José, no es sino un punto de partida. Que nos tendría que llevar a la lapidaria afirmación de Kant: "La praxis ha de ser tal que no se pueda pensar que no existe un más allá".
No te canso más. Si todo esto no te sirve para nada, tíralo al cesto de los papeles. En todo caso, cuenta siempre con mi admiración, mi amistad y mi modesta humanidad.
José María Castillo
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