#AdvientoFeminista2025
EN LA MIRADA DE LA GUADALUPANA TODAS SOMOS HIJAS Y HERMANAS
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Hoy celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, una devoción mariana profundamente arraigada en México, América Latina y en todo el mundo. De acuerdo al relato más antiguo llamado Nican Mopohua, “Aquí se cuenta” o “aquí se narra”, compuesto en lengua náhuatl, a mediados del siglo XVI, la Virgen de Guadalupe se le apareció en repetidas ocasiones al indígena Juan Diego en el cerro del Tepeyac.
En estas apariciones, la Señora Reina del cielo, santa María, establece un diálogo amoroso con Juan Diego en el que, llamándolo por su nombre, le pide que sea su mensajero ante el obispo fray Juan de Zumárraga y le comunique que ella desea que allí le levanten un templo en el que pueda mostrar todo su amor y compasión a quienes le invoquen y le busquen. En las otras apariciones se narra que, ante la incredulidad del obispo, quien ha pedido una señal, se da el maravilloso acontecimiento del prodigio de las rosas que fueron depositadas en la tilma de Juan Diego por la misma Virgen y que, al ser llevadas como prueba de las apariciones ante el obispo y al desplegar la tilma frente a sus ojos, aparece la extraordinaria imagen de la virgen que hoy veneramos como la Virgen de Guadalupe.
La imagen de la Virgen de Guadalupe posee unas características muy peculiares que hablan de un profundo simbolismo expresado en una fusión de culturas y cosmogonías, además de otros aspectos que bien podemos encontrar en la web. Sin embargo, hoy nos detendremos en el reflejo que quedó estampado en sus ojos. Señalan las personas que han estudiado los ojos de la Guadalupana que se puede apreciar claramente la silueta de 13 figuras humanas minúsculas, entre ellas la de una mujer de tez negra, nariz achatada y labios gruesos, quien aparece mirando con asombro. Esta mujer posiblemente era una esclava, llamada María, que servía al obispo Zumárraga y que, según su testamento, más adelante le fue dada su libertad.
En este sentido, como mujeres (laicas y consagradas), nos surge la pregunta: ¿De qué manera nos mira la Guadalupana? ¿Está grabada en su pupila cada una de nuestras siluetas femeninas? Hoy sentimos que la “morenita” nos mira, nos abraza con su sororidad y desea para nosotras:
*Liberación de todo aquello que en la sociedad y en la Iglesia nos esclaviza y nos reduce a una ciudadanía de segunda categoría.
*Justicia para seguir clamando y denunciando la desigualdad cotidiana a la que con frecuencia nos vemos sometidas. (En la Iglesia y en la sociedad)
*Terca osadía para tejer la Esperanza a tiempo y a destiempo en las situaciones desgarradas y rotas por el caos y el dolor.
*Lugar seguro para todas las madres buscadoras que escarban la tierra buscando resurrección.
*Sororidad para abrazar lo bello, lo frágil, lo fuerte y lo vulnerable que se anida en la diversidad de nuestras realidades.
*Fecundidad para engendrar vida y celebrar la utopía de gestar la novedad y el asombro por el Misterio que nos recrea y renueva.
*Experiencia de misericordia que venga desde las entrañas y nos pone siempre del lado de la periferia, de los innominados, de quienes no cuentan en la historia.
*Participación con voz, voto y veto en todos los estamentos en los que se toman las decisiones de la Iglesia, especialmente en los que se deciden sobre nosotras, nuestros cuerpos, nuestro sentir, nuestra fe, nuestra palabra y nuestra posibilidad de ser Kairos para la Iglesia.
*Encarnación del Verbo en las historias y en las palabras de bendición que tenemos para los silenciados y silenciadas por el miedo y la frustración.
*El parto de la Buena Noticia que dignifica nuestra corporeidad femenina con una mirada antropológica justa y limpia de nuestros cuerpos.
*Equidad eclesial para nosotras como respuesta concreta a la igual dignidad (tanto para varones como para las mujeres) conferida en el bautismo.
*Mirada de mujer que es destello de filiación, porque en los ojos de la Guadalupana no somos esclavas, sirvientas, ni invisibles; en sus pupilas somos sus hijas, sus hijas amadas.
* “Aggiornamento” eclesial, una Iglesia misionera, tienda de campaña que no tenga miedo a abrir boquetes a la Ruah Divina en la que se puedan colar los signos de los tiempos.
Finalmente, como mujeres, experimentamos que la Morenita nos mira con ojos de mujer y con la visión cristalina de Jesús de Nazaret; con esta certeza continuamos la marcha con parresía, coraje y entusiasmo, encendiendo el fuego de nuestra mirada, de nuestros activismos, estudios y reflexiones, gestando con esperanza en el corazón estas palabras que la Guadalupana dirigió a Juan Diego:
Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno... Allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza [...] sus dolores.
¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría?
Teóloga, Luz Milena López Jiménez. FMA
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