Hazte socio/a

Ocupado. No molestar.

Ocupado. No molestar.

¿Quién no conoce a alguien que dedique más tiempo a su móvil que casi que su salud?

Ha pasado de ser un aparato para comunicarnos, a serlo TODO. A no levantar la vista de la pantalla…

Os cuento esto, porque hace unos días, mientras esperaba el tren, se me acercó un señor. Se sentó próximo a mí y comenzó a entablar una agradable conversación conmigo, haciendo que la espera fuera menos espera para ambos.

Lo que propició ese encuentro, fue que todo el mundo a mi alrededor estaba entretenido con el móvil en la mano menos yo y optó por aproximarse.

Demasiado frecuentemente, el teléfono hace que nos abstraigamos de la realidad, olvidándonos del tiempo y lugar, estando solo físicamente y si le añadimos los cascos, pues imaginaos…

Cada vez nos puede más la impaciencia. Parece que no podemos estar sin hacer nada, es como si no nos lo pudiéramos permitir.

¡Quién se acuerda ya de estos pueblos de la España vaciada, donde los ancianos se sentaban en la puerta de sus casas para entablar una conversación! Y estar… simplemente estar…

Me parece importante aprender a levantar la mirada, porque de lo contrario, nos perderemos cosas como una preciosa puesta de sol, una mirada, o una palabra… y todo esto, nos lo está robando el móvil…

No dejemos de vivir la realidad, el momento. Probemos de vez en cuando a quitarnos los cascos, a dejar el teléfono a un lado, porque es lo que nos separa de nosotros y de los demás. Olvidémonos un poco de las redes sociales, del wasap y volvamos a la vida con mayúsculas, porque ésta se nos pasa demasiado rápido y quizá, cuando queramos volver atrás, será demasiado tarde. Nos habremos perdido una conversación, un abrazo con alguien que quizá ya no podamos…

También te puede interesar

Recuerdo a José María Castillo a los dos años de su muerte

Gracias, Pepe

Lo último

"Va siendo hora de que la Iglesia católica recapacite para subirse al tren del progreso"

El no del Vaticano a ordenar mujeres diaconisas, ni en la Iglesia primitiva

Silencio, intemperie y "falta de frailes": ¿Basta con cumplir la ley del mercado para justificar una decisión pastoral?

Cierre del Colegio Santo Domingo de La Reina: Una lección dolorosa para la Iglesia Sinodal