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¡Siempre vence la vida!

¡Siempre vence la vida!

Esa es mi convicción, es lo que siento e intento vivir. Aunque haya noches oscuras, que las hay, y muchas…Aunque haya dolor e hipocresía, quizá de los más cercanos, aunque sintamos la duda, la soledad o la injusticia y nos preguntemos una y otra vez: ¿por qué?... Sabemos que la vida, o mejor, las personas, muchas veces son injustas, pero también sabemos, que no es muerte, porque la muerte, no tiene la última palabra.

Cuando hablamos de “resurrección” no es una palabra sin más, no es un día al año y nos olvidamos. NO. Resucitar, es algo más. Resucitar es saber escuchar, resucitar es saber estar junto a quien lo necesita, es trasnochar y madrugar, es ponerte en el lugar del otro, es sufrir y reír junto al hermano. El saber dejar de lado al “yo”, para cambiarlo por un “nosotros”. Es sentir y llevar a la práctica las bienaventuranzas. En una palabra: Es estar al servicio y eso tiene que ser los 365 días del año. No es decir una bonita homilía o escucharla. Llamamos resurrección a saber abrazar el encuentro con el otro.

Jesús nos invita constantemente a salir fuera, a salir de nosotros. Salir al camino, a la periferia. No quedarnos y regodearnos en la comodidad o en bonitas palabras, sino a llenarnos los zapatos de polvo, ¡eso es la resurrección! Esa es su invitación…y ella: ¿Cuál es nuestra respuesta?

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