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Es la Santa cuyas revelaciones privadas del Sagrado Corazón de Jesús han influido más en la Iglesia y han sido más difundidas en todo el mundo.
Margarita de Alacoque nace en Vérosvres (Francia) el 22 de julio de 1647. Era la quinta hija de Claudio Alacoque, notario real en la ciudad de Hautecour, en la actual diócesis de Autun, por lo que gozaban de un cierto bienestar económico. Sus primeros años transcurren en el castillo de su madrina; con ella aprende a leer y las primeras nociones de catecismo. Después de fallecer su padre en 1655, Margarita es internada en el pensionado de las religiosas clarisas donde, debido a su buena preparación religiosa, es admitida a la Primera Comunión con 10 años, cosa que no era frecuente en aquel tiempo, pero después tiene que salir a causa de una grave enfermedad, que la tiene paralizada en cama durante casi cuatro años y de la que se cura milagrosamente por intercesión de la Virgen.
Como la madre de Margarita no puede dirigir sola sus posesiones, la familia de su marido se instala definitivamente en su casa, dando lugar a una verdadera tiranía de continuas humillaciones hacia ella y sus hijos. Al recuperar la salud, a Margarita le vuelven las ganas de vivir, pero ante el desagradable panorama familiar, ella busca el refugio en Dios. Cuando su madre enferma de erisipela ella la cuida amorosamente. Después fallecen dos de sus hermanos ¡Qué gran pérdida para la familia! Le quedan aún otros dos: Crisóstomo 2 años mayor que ella y Jacobo, 4 años menor, que después será sacerdote.
Margarita ya tiene 18 años, el sueño de su madre es desposarla ventajosamente e irse a vivir con ella. Nadie sospecha que su sueño es entrar en un convento. Aún pasará 6 años más, hundida en la indecisión y los escrúpulos. Durante este periodo a veces sentía que el Señor la llamaba y escuchaba su voz en el interior de su alma, pero no se decidía a dar el paso. Llevaba una intensa vida de oración y entrega a los enfermos. A los 22 años recibe el Sacramento de la Confirmación y entonces decide añadir a su nombre el de la Virgen; desde entonces se llamará Margarita María.
Al cumplir los 24 años ya lo tiene decidido, ingresará en el monasterio de la Visitación de Paray-le-Monial. Hace su noviciado llena de fervor y comienzan sus diálogos con Jesús. El 6 de noviembre de 1672 hace su profesión y empieza a tener una serie de gracias excepcionales. Ahora es cuando el Señor va a descubrirle la misión para la que la tiene destinada. Ella será la elegida para propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y promocionar el acto de reparación y desagravio los 9 primeros viernes de mes. En una de las apariciones, ocurrida el año 1675 por la octava del Corpus, tuvo una muy especial aparición, en la que, según ella misma contó a su confesor, pudo ver el Corazón de Jesús coronado de espinas en medio de un fuego ardiente, con una profunda llaga de la que manaba sangre, al tiempo que se podía escuchar la voz de Ntro. Señor. que le decía “He aquí el corazón que tanto ha amado a los hombres, que no se ha ahorrado nada, hasta extinguirse y consumirse para demostrarles su amor. Y en reconocimiento, no recibo de la mayoría sino ingratitud.” A estas apariciones seguirían otras y a través de ellas comprendería esta religiosa que su destino estaba en dar a conocer y fomentar la devoción al Sacratísimo Corazón de Jesús.
No fue nada fácil, durante un tiempo sufriría muchas incomprensiones, envidias y recelos, tanto por parte de sus compañeras como de las mismas superioras, hasta que providencialmente llega en su ayuda un sacerdote jesuita, el P. Claudio de la Colombière, quien será el depositario de sus confidencias y el encargado de difundir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. La confidente del Sagrado Corazón fallece el 17 de octubre de 1690, a los 43 años. León XIII consagra el género humano al Sagrado Corazón de Jesús en 1899. Es canonizada por Benedicto XV el 13 de mayo de 1920.
El mensaje de Santa Margarita no es algo del pasado, que responde a un sentimiento melífluo y dulzón, sino que responde a una realidad teológica profunda, válida para todos los tiempos, cual es la de que Cristo nos sigue amando apasionadamente y la devoción al Corazón de Jesús responde más que nunca a las necesidades de un mundo que parece haberse olvidado de los sentimientos piadosos, para entregarse a un grosero materialismo pragmatista. Nuestro mundo, que busca desesperadamente razones para la esperanza, en algún momento ha de darse cuenta de que solo encontrará consuelo en el corazón enamorado de Jesús, que late por todos los hombres y mujeres del mundo
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