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Sin titulares

El drama de Matanzas y la 'tregua mediática' en Cuba

Convertidos en perseguidores de certezas, los profesionales de la comunicación escuchan cada vez menos a los que se apartan de su relato, y vuelcan toda su rabia social al ring mediático, buscando noquear con su verdad las mentes de un público hastiado de golpes

Explosión en Matanzas

Hace unos días un sacerdote matancero escribió en Facebook que, por primera vez en su vida, no se sentía parte de Matanzas. Todo esto del incendio y las narrativas referidas al suceso en redes y medios, lo hacía verse como un habitante forastero dentro de la ciudad que tanto ama. Las triunfalistas -guerreristas también logran ser por su lenguaje- jornadas televisivas y las redes sociales incendiadas por combustibles radicales de todo tipo, actúan como los voceros de un país donde la esperanza parece ser un arma peligrosa en manos de unos pocos privilegiados, quienes suelen disiparla en alegatos filosóficos de “resistencia” contra un pueblo agotado, pues, un mes sí y otro también, pasa algo inhóspito en su contra.

Convertidos en perseguidores de certezas, los profesionales de la comunicación escuchan cada vez menos a los que se apartan de su relato, y vuelcan toda su rabia social al ring mediático, buscando noquear con su verdad las mentes de un público hastiado de golpes. Las noticias: un hueso tironeado por varios animales salvajes del ecosistema virtual, que deben sacarle provecho a cualquier error de las posiciones políticas en disputa.

Se ha escrito que las heridas de una guerra tardan cien años en curarse. El problema de estas batallas mediáticas, que vivimos cada vez que activamos los datos móviles, es que parecen no tener fin y han logrado sacar el bien, el diálogo y la libertad de expresión de su ecuación. Si algún profesional de la comunicación lee con detenimiento el Evangelio, verá que una de sus enseñanzas es que, una vez te acostumbras a ocultar el mal, tiendes a seguir escondiéndolo de todas las maneras posibles. Jesús, gran comunicador, solía abordar desde la verdad cualquier realidad y poner a la persona humana en el centro de su relato. Imitemos su ejemplo.

Incendio en el depósito de Matanzas

Riszard Kapunscinski afirmó con justeza: “Creo que, para ejercer el periodismo, ante todo hay que ser una buena mujer o un buen hombre, buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”. Es acaso imposible que podamos decretar una tregua mediática, parar de contar por un segundo todo a la velocidad de la luz y discernir qué mensaje puede sanar mejor el alma de nuestra nación.

Cada vez que le apuntamos a alguien con un dedo, quedan otros tres dedos de la mano señalando hacia nosotros. La carpeta de noticias del paquete puede ser eliminada en dos clics, un canal puede cambiarse con el botón del mando en un segundo, un post de cualquier red social puede pasar desapercibido al deslizar el dedo por la pantalla, pero la vida que transformemos para bien, si logramos comunicar priorizando el amor humano, esa nunca la olvidaremos. Aunque se quede sin titulares.

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