Extraído de "Sinfonía divina, acordes encarnados" Edit. PPC
" Y más que profeta, Franciscus" (III Domingo de Adviento)
"Los resultados de nuestra siembra no dependen de nuestras capacidades, sino de Dios"
Confianza frente al desánimo. Porque la semilla más pequeña puede convertirse en el árbol más frondoso. Y porque "los resultados de la siembra no dependen de nuestras capacidades: dependen de la acción de Dios. A nosotros nos toca sembrar con amor, esfuerzo, paciencia. Pero la fuerza de la semilla es divina".
Francisco dio paso al tiempo litúrgico 'ordinario' con una reflexión sobre las dos parábolas del Evangelio de este domingo que, como todas las de Jesús, "se inspiran precisamente en la vida ordinaria, y revelan la mirada atenta y profunda de Jesús, que observa la realidad y, mediante pequeñas imágenes cotidianas, abre ventanas hacia el misterio de Dios y la historia humana".
Entre ellas, que todas las cosas "están habitadas por la presencia escondida de Dios" y que "necesitamos ojos atentos para saber 'buscar y hallar a Dios en todas las cosas', como le gustaba decir a San Ignacio de Loyola".
En la primera, Jesús compara el Reino de Dios con un grano de mostaza, "la semilla más pequeña que hay. Sin embargo, arrojado a la tierra, crece hasta convertirse en el árbol más grande". "Así hace Dios", explicó Bergoglio, quien recalcó cómo "a veces, el fragor del mundo y las muchas actividades que llenan nuestras jornadas nos impiden detenernos y vislumbrar en qué modo el Señor conduce la historia".
Pese a todo, "Dios está obrando, como una pequeña semilla buena que silenciosa y lentamente germina. Y, poco a poco, se convierte en un árbol frondoso que da vida y reparo a todos". También, añadió, "la semilla de nuestras buenas obras puede parecer poca cosa; mas todo lo que es bueno pertenece a Dios y, por tanto, humilde y lentamente, da fruto".
"El bien, recordémoslo, crece siempre de modo humilde, escondido, a menudo invisible", sostuvo Bergoglio, quien insistió en que "con esta parábola Jesús quiere infundirnos confianza" frente a "la debilidad del bien respecto a la fuerza aparente del mal".
"Y podemos dejar que el desánimo nos paralice cuando constatamos que nos hemos esforzado pero no hemos obtenido resultados y parece que las cosas nunca cambian", admitió. Pese a ello, "el Evangelio nos pide una mirada nueva sobre nosotros mismos y sobre la realidad; pide que tengamos ojos grandes que saben ver más allá, especialmente más allá de las apariencias, para descubrir la presencia de Dios que, como amor humilde, está siempre operando en el terreno de nuestra vida y en el de la historia".
"Y esta es nuestra confianza, es esto lo que nos da fuerzas para seguir adelante cada día con paciencia, sembrando el bien que dará fruto. ¡Qué importante es esta actitud para salir bien de la pandemia! Cultivar la confianza de estar en las manos de Dios y, al mismo tiempo, esforzarnos todos por reconstruir y recomenzar, con paciencia y constancia", recalcó.
"También en la Iglesia puede arraigar la cizaña del desánimo, sobre todo cuando asistimos a la crisis de la fe y al fracaso de varios proyectos e iniciativas", explicó. "Pero no olvidemos nunca que los resultados de la siembra no dependen de nuestras capacidades: dependen de la acción de Dios. A nosotros nos toca sembrar con amor, esfuerzo, paciencia. Pero la fuerza de la semilla es divina", añadió el Papa, haciendo referencia a la otra parábola de hoy, la del campesino que arroja la semilla, que crece de forma espontánea, cuando menos lo esperas. "Con Dios siempre hay esperanza de nuevos brotes, incluso en los terrenos más áridos".
Tras el rezo del Angelus, Bergoglio se mostró cercano a la población de "Etiopía, golpeada por una gran crisis humanitaria, que expone a los más pobres a la carestía". "Hoy hay hambre allí. Recemos juntos para que cesen inmediatamente las violencias y se garantice a todos la asistencia alimentaria y sanitaria, y vuelva la armonía social", recalcó.
Al tiempo, recordó que ayer se celebró la jornada mundial contra el trabajo infantil. "No es posible cerrar los ojos delante de esta realidad". Más de 150 millones de niños trabajan en el mundo, "más o menos todos los habitantes de Italia, Francia y España juntos. Y esto sucede hoy: tantos niños utilizados para el trabajo". "Hagamos un esfuerzo por eliminar la esclavitud de estos tiempos".
También quiso recordar la realidad de los migrantes muertos intentando llegar a Europa, y clamó para "interpelar la conciencia de todos, para abatir el muro de la indiferencia. El Mediterráneo se ha convertido en el cementerio más grande de Europa".
"Mañana es la jornada mundial de donantes de sangre. Sigan con esta buena obra, gracias", finalizó.
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