Extraído de "Sinfonía divina, acordes encarnados" Edit. PPC
" Y más que profeta, Franciscus" (III Domingo de Adviento)
El líder ortodoxo vuelve a condenar la actitud de Turquía delante del Papa
Se inclinó, y pidió perdón. Como en tantas ocasiones a lo largo de la historia, pero tal vez -en este día- con mucha mayor sinceridad. Francisco pidió perdón a Jerónimo, los católicos a los ortodoxos. Y ambos se tomaron de la mano. "Con vergüenza —lo reconozco por la Iglesia católica— acciones y decisiones que tienen poco o nada que ver con Jesús y con el Evangelio, basadas más bien en la sed de ganancias y de poder, han hecho marchitar la comunión. De este modo hemos dejado que la fecundidad estuviera amenazada por las divisiones. La historia tiene su peso y hoy aquí siento la necesidad de renovar la súplica de perdón a Dios y a los hermanos por los errores que han cometido tantos católicos".
Como ya hiciera Cristóstomos en Chipre y la presidenta de Grecia esta mañana, Jerónimo II también aprovechó la presencia del Papa para denunciar la actitud de Turquía ante los refugiados, especialmente en lo tocante a Afganistán. No está siendo fácil para Bergoglio soslayar a los vecinos otomanos: se nota que el dolor perdura en griegos y chipriotas.
Por su parte, Francisco inició su discurso en la Sala del Trono del Arzobispado ortodoxo de Grecia definiéndose como "peregrino, con gran respeto y humildad, para renovar esa comunión apostólica y alimentar la caridad fraterna".
"Hace cinco años nos encontramos en Lesbos, en la emergencia de uno de los dramas más grandes de nuestro tiempo, el de tantos hermanos y hermanas migrantes que no pueden ser dejados en la indiferencia y vistos sólo como una carga que hay que gestionar o, todavía peor, que hay que delegar a otro", recordó. Ahora, "volvemos a encontrarnos para compartir la alegría de la fraternidad y mirar al Mediterráneo que nos rodea no sólo como un lugar que preocupa y divide, sino también como un mar que nos une".
Y es que ortodoxos y católicos comparten raíces: "Son subterráneas, están escondidas, a menudo descuidadas, pero existen y lo sostienen todo". ¿Cuáles son nuestras raíces comunes que han atravesado los siglos? "Son las raíces apostólicas", que "han crecido de la semilla del Evangelio, comenzaron a dar grandes frutos precisamente en la cultura helénica, pienso en tantos Padres y en los primeros grandes Concilios ecuménicos".
"Lamentablemente, después hemos crecido alejados", admitió el Papa. "Nos han contaminado venenos mortales, la cizaña de la sospecha aumentó la distancia y dejamos de cultivar la comunión", prosiguió Francisco, quien pronunció una sonora petición de perdón, al estilo de la que, ya en 2001, hiciera Juan Pablo II también en Atenas.
Nos han contaminado venenos mortales, la cizaña de la sospecha aumentó la distancia y dejamos de cultivar la comunión"
"Con vergüenza —lo reconozco por la Iglesia católica— acciones y decisiones que tienen poco o nada que ver con Jesús y con el Evangelio, basadas más bien en la sed de ganancias y de poder, han hecho marchitar la comunión. De este modo hemos dejado que la fecundidad estuviera amenazada por las divisiones. La historia tiene su peso y hoy aquí siento la necesidad de renovar la súplica de perdón a Dios y a los hermanos por los errores que han cometido tantos católicos".
Al tiempo, vio como "un gran consuelo la certeza de saber que nuestras raíces son apostólicas y que, no obstante las distorsiones del tiempo, la planta de Dios crece y da frutos en el mismo Espíritu. Y es una gracia que reconozcamos los unos los frutos de los otros y que juntos agradezcamos al Señor por ello".
Volviendo al símil del olivo, el Papa habló del aceite, que "ha proporcionado la luz que iluminó las noches de la antigüedad". "El Espíritu Santo es, sobre todo, aceite de comunión", recordó. "Cuánto se necesita hoy reconocer el valor único que resplandece en todo hombre, en cada hermano. Reconocer esta característica común de la humanidad es el punto de partida para edificar la comunión".
Una comunión que "parece tocar una cuerda sensible, un tema delicado, no sólo en la sociedad, sino a menudo también entre los discípulos de Jesús en un mundo cristiano nutrido de individualismo y de rigidez institucional", resaltó, alertando de la tentación de "atrincherarse y tomar distancia de los demás".
Frente a ello, "la comunión entre los hermanos trae consigo la bendición divina". Por eso, "no nos tengamos miedo, ayudémonos a adorar a Dios y a servir al prójimo, sin hacer proselitismo y respetando plenamente la libertad de los demás, porque —como escribió san Pablo— «donde está el Espíritu del Señor hay libertad»".
"¿Cómo podemos dar testimonio al mundo de la concordia del Evangelio si nosotros cristianos todavía estamos separados? ¿Cómo podemos anunciar el amor de Cristo que reúne a las gentes, si no estamos unidos entre nosotros?"
"Rezo para que el Espíritu de caridad venza nuestras resistencias y nos haga constructores de comunión", clamó el Papa, quien no obstante se preguntó "¿cómo podemos dar testimonio al mundo de la concordia del Evangelio si nosotros cristianos todavía estamos separados? ¿Cómo podemos anunciar el amor de Cristo que reúne a las gentes, si no estamos unidos entre nosotros?".
"Invoquemos al Espíritu de comunión para que nos impulse en sus caminos y nos ayude a fundar la comunión no en base a cálculos, estrategias y conveniencias, sino sobre el único modelo al que hemos de mirar: la Santísima Trinidad", señaló.
Volviendo al aceite, Francisco recordó que con él se ungió a Cristo "y desea inspirar a los cristianos". "Quisiera en este sentido expresar mi reconocimiento por la importancia que da esta Iglesia ortodoxa, heredera de la primera gran inculturación de la fe —la inculturación con la cultura helénica— a la formación y a la preparación teológica", subrayó.
Por último, el mismo Espíritu es aceite de consolación, "bálsamo del alma, curación de nuestras heridas", para "proclamar la buena noticia a los pobres, la liberación a los cautivos, la libertad a los oprimidos", y "nos impulsa para que nos hagamos cargo de los más débiles y los más pobres, y para que su causa -primordial a los ojos de Dios— se dé a conocer al mundo".
"Desarrollemos juntos formas de cooperación en la caridad, abrámonos y colaboremos en cuestiones de carácter ético y social para servir a los hombres de nuestro tiempo y llevarles la consolación del Evangelio. En efecto, el Espíritu nos llama, hoy más que en el pasado, a curar las heridas de la humanidad con el óleo de la caridad".
"También hoy desea que vigilemos y recemos. Para llevar al mundo el consuelo de Dios y sanar nuestras relaciones heridas se necesita que recemos unos por otros", culminó Bergoglio, clamando por "la necesaria purificación de la memoria histórica" para entender el pasado y construir el futuro. En este sentido, recalcó cómo los católicos "acabamos de comenzar un itinerario para profundizar la sinodalidad y sentimos que tenemos que aprender mucho de ustedes; lo deseamos con sinceridad".
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