Gastón Baquero 5. LA LUZ DEL PAN EN SEGOVIA

Mañana, 15 de mayo, se celebra el décimoquinto aniversario del fallecimiento, aquí en Madrid celebrando a san Isidro, de Gastón Baquero, que padeció los últimos 36 años de su vida exiliado definitivamente de su amada Cuba. Los que le conocieron le describen físicamente con rasgos muy precisos: "De talla gigantesca, moreno de piel..., alto, ancho generoso..." (Pedro de Lorenzo). "Alto, simpático y mulato. Un gran hombretón cordial..." (Luis Antonio de Villena).

Detrás de esa impactante fachada, reposaba plácidamente un ser muy sensible, magnífico periodista, excelente poeta. Le gustaba investigar la vida y la reflejaba con lucidez en sus crónicas. Pero, al escribir versos, se sentía desbordadamente libre: "Magias e invenciones" (1984) se ha titulado una importante antología de su obra lírica.

BUSCAMOS OTRA COSA, LO QUE PUEDE AÑADIR LA IMAGINACIÓN...

El poema que presentamos a continuación "La luz del pan en Segovia" pertenece al último libro unitario de Baquero "Poemas invisibles" (1991), y de él ha escrito L. A. de Villena: "es un conjunto de textos donde la cultura más refinada se alía con el sueño y la fantasía, la invención se mezcla con la música, el versículo se enseñorea y reina, y la metafísica se abraza con la ironía a la par que el escepticismo come de la mano de la pasión..."

Nos facilita el escritor de estos versos otra importante clave de interpretación, al presidir el poema la siguiente dedicatoria: “Para Federico Muelas a la manera de Gabriela Mistral en Tala”. Imprescindible la referencia, pues descubrimos en la sección “Materias” del poemario TALA, publicado en plena contienda civil española (1938), que la primera de las “Materias” que poetiza la Mistral, junto a la Sal, el Agua y el Aire, es el Pan. Seleccionemos algunas estrofas:

Nos habla de un pan “abierto en un plato”. Frente a él refiere sensaciones y sentimientos muy primitivos: “Huele a mi madre cuando dio su leche, / huele a tres valles por donde he pasado: / a Aconcagua, a Patzcuaro, a Elqui, / y a mis entrañas cuando yo canto...” Más adelante: “En mis infancias yo le sabía / forma de sol, de pez o de halo, / y sabía mi mano su miga / y el calor de pichón emplumado...”

Así nos confiesa la razón última de tanta emoción: ahí está “ese pan abierto en un plato, / que con su cuerpo me reconoce / y con el mío yo reconozco...” No se conforma con oler y mirar. También palpa y aprisiona: “La mano tengo de él rebosada / la mirada puesta en mi mano; / entrego un llanto arrepentido / por el olvido de tantos años / y la cara se me envejece / o me renace en este hallazgo...”

PARA GASTÓN ES LUZ, COMPAÑÍA, DESTINO...

Ahora podemos ya leer en profundidad la experiencia, sobre todo visual, del poeta cubano. Si para Gabriela el pan es biografía, amor, intimidad, para Gastón es luz, compañía, destino. Si para Gabriela es tierra (“huele a madre”), para Gastón es sol (“es el sendero del cielo”). Se me ocurre pensar que pudiera haber cierta trasposición del pan con la eucaristía. El Pan de Dios, desde el centro del ostensorio, emite, como nutricio sol, rayos de oro y piedras preciosas... Sustenta el sol la vida física de nuestro planeta, como sustenta el Padre la vida temporal, la vida eterna, de toda Realidad...

Nos anticipa el poeta habanero, en "Gastón Baquero entrevisto" (1996), que no nos extrañemos de su viaje iniciático más allá de lo que tocamos con las manos, acariciamos con los ojos, a la busca de sentidos últimos...:

"Huyo de la poesía del puro yo, de esbozar las cosas personales que están ya contadas, que están implícitas. Buscamos otra cosa, lo que puede añadir la imaginación, es decir, el yo que usted añade al yo de la naturaleza suya; lo que usted añade, busca, crea, lo que usted inventa. Me gusta pensar en mis poemas sencillamente como un acta notarial de las cosas que he visto y sentido en el mundo, o que veo y siento."

NO HAY TINIEBLAS QUE ESTE PAN NO CONSIGA DESHACER...

LA LUZ DEL PAN EN SEGOVIA

Para Federico Muelas a la manera

de Gabriela Mistral en Tala.

Lleven otros la candela,

cuelguen otros el farol;

a mí me basta en la mesa

la luz que irradia este sol.

La hogaza sobre el mantel

alumbra todo el salón,

del pan salen resplandores

dorados como la miel.

Me voy camino adelante

llevando en la mano el pan;

se iluminan las callejas

y los rincones se encienden.

No hay tinieblas que este pan

no consiga deshacer.

La luz del pan en Segovia

es el candil de una estrella,

es el racimo dorado

de los versos de San Juan.

Es las cuerdas del laúd

que tocaba el Rey David

para que el santo bailara.

No enciendan velas ni pidan

antorchas para leer,

la luz del pan en Segovia

basta y sobra para ver.

Es la compaña del alma,

es el sendero del cielo.

Nadie me ofrezca otra luz,

que lo oscuro ya no puede

entorpecer mi camino:

la luz del pan en Segovia

es cuanto pido al destino.

NADIE VIENE A DECIR SU OSCURO NOMBRE...

Me vais a perdonar las pintas de este Adán algo friky. He desprendido la imagen de un retablo popular de aldea y la he incorporado a un paisaje floral. Pero, sonrisas aparte, reconozcamos que el soneto es hermoso...

La Biblia es muy clara: Dios crea a todos los animales del campo y "todas las aves del cielo..." Y les llevó ante el hombre para que les pusiera nombre. Y no se encontró en ellos un ser semejante a él para que lo ayudara..." Al presentar Dios la mujer a Adán, este exclamó: "Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne..." (Génesis 2, 19-25).

Pero, digamos la verdad, hay animales que hacen buena compañía al ser humano: perros, gatos, canarios... ¿Por qué no reconocerlo? A veces hasta se les da mejor trato que a los cachorros humanos... Pero esa es otra historia...

ADÁN Y EL RUISEÑOR

La soledad le ciñe la figura.

La mirada le da contorno y nombre.

Sólo alcanza su pecho lo que asombre

su soledad, sus ojos, su pavura.

Adán es todavía esencia pura

descendida de Dios para ser hombre.

Nadie viene a decir su oscuro nombre

ni a compartir su habitación oscura.

Un presagio, un anuncio, una centella

le invade al solitario. Se alza y reclama

a lo celeste su perdida huella.