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Nosotros los mayores, y la poesía 9. BUSCANDO A DIOS ENTRE LA NIEBLA

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SONETOS TERMINALES

Nos acompaña en esta entradilla el retrato de la poetisa mexicana Griselda Álvarez. Adquirí un notable poemario suyo en 1997: “Sonetos terminales”. La importante autora, a sus 84 años de edad, acababa de publicar, en excelente edición, 74 sonetos, donde había ido expresando, en ágiles y descarnados versos, sus sentimientos “últimos” en vísperas del gran final. Nos ofrecía su testamento literario, nos abría el corazón en expresivas miniaturas como vidrieras de catedral, nos dibujaba en endecasílabos un expresivo mural de ricos colores y admirable juventud.

Para la antología de hoy he seleccionado “Antes de hundirme”, inquietante confesión de búsqueda y dudas sobre la existencia de Dios. A su avanzada edad, declara la necesidad que siente, en su soledad existencial, de saber con certeza si Dios existe y cómo es Dios...Prolongó Griselda Álvarez su estancia entre nosotros doce años más, falleciendo en 2009 a la edad de 96 años. Ojalá que sus dudas de fe se hayan, al fin, resuelto a la luz de su encuentro personal con el Creador del Universo y Padre de la familia humana.

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ANTES DE HUNDIRME

Necesito que existas. Es profunda

la poza de la angustia cuando enfrentas

tu realidad tan sola, cuando cuentas

que ya todo es pasado, que te inunda

extraña sensación y te circunda:

ya se acabó tu tiempo y vas a tientas,

como ciego que da pisadas lentas

antes de hundirte en la quietud rotunda.

El dios antropomorfo de mi infancia,

el dios castigador de mano firme,

o el dios prometedor de la abundancia,

o el dios que da la paz antes de irme.

Cualquiera que domine mi ignorancia.

Lo necesito ya. Antes de hundirme.

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BUSCANDO A DIOS

ENTRE LA NIEBLA

Nos confesaba Griselda, octogenaria, su angustia ante la muerte (“Sonetos terminales”), sus dudas de fe sobre Dios y la Trascendencia. En el siguiente poema, “Es una tarde cenicienta y mustia...”, es Antonio Machado quien, mucho más joven, refiere su tristeza, su angustia, no tanto por su lejana muerte cuanto por un sentimiento de orfandad que, ya desde niño, no le era desconocido y que podría definirse, con acento unamuniano, como dolor por la ausencia de un Dios inexistente pero vitalmente deseable (“Lo necesito ya”, escribía Griselda).

Y redacta apasionadamente múltiples comparaciones muy vivas, cargadas de ensoñación y duda, de indagación y niebla. Como barco sin rumbo, perro sin dueño, niño perdido, borracho melancólico, guitarrista lunático, poeta que busca a Dios... No olvidemos el verso final, lapidaria síntesis de su teología del ocaso y la noche:siempre buscando a Dios entre la niebla. (En contraste con esta espiritualidad de la sombra y el otoño, escribí en el 2.000, para la BAC, el ensayo “Buscando a Dios entre las luces”; pulsaraquí).

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ES UNA TARDE CENICIENTA

Y MUSTIA

Es una tarde cenicienta y mustia,

destartalada, como el alma mía;

y es esta vieja angustia

que habita mi usual hipocondría.

La causa de esta angustia no consigo

ni vagamente comprender siquiera;

pero recuerdo y, recordando, digo:

–Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

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*

Y no es verdad, dolor, yo te conozco,

tú eres nostalgia de la vida buena

y soledad de corazón sombrío,

de barco sin naufragio y sin estrella.

Como perro olvidado que no tiene

huella ni olfato y yerra

por los caminos, sin camino, como

el niño que en la noche de una fiesta

se pierde entre el gentío

y el aire polvoriento y las candelas

chispeantes, atónito, y asombra

su corazón de música y de pena,

así voy yo, borracho melancólico,

guitarrista lunático, poeta,

y pobre hombre en sueños,

siempre buscando a Dios entre la niebla.

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APENAS SI EL COLOR

DE SU TÚNICA LO DENUNCIA

Un libro clave en la producción lírica de nuestro Nóbel de Literatura Vicente Aleixandre fue “Historia del corazón” (Espasa Calpe, 1954). Todavía conservo por mis manos el calor que sentí, con 19 años, al acariciar el primer poemario adquirido con mis ahorros (45 pesetas). Seleccionamos hoy los misteriosos versos de “Ten Esperanza.”

El protagonista del poema, que tiene el cabello gris y los ojos azules, parece desesperanzado y se detiene a descansar. Pero su voz interior, su ángel, le anima a seguir ascendiendo: “No vaciles y álzate”. Porque no estás solo... “Un brazo a tu lado quisieras. Míralo.” ¿De quién será ese brazo? “Míralo. ¿No lo sientes?” Es un bulto silente. “Apenas si el color de su túnica lo denuncia...” Y te habla, pero sin palabras, pero con música. Te habla con viento, acaso como en Pentecostés...Una palabra “que enjuga el rastro de aquellas lágrimas.” Al caer la tarde, se angustiaba Machado. Es aquí la hora del crepúsculo, casi la noche... Cógete a ese brazo blanco...”, enderézate, “y allí apoyado, confiado, solo, échate a andar...”

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TEN ESPERANZA

¿Lo comprendes? Lo has comprendido.

¿Lo repites? Y lo vuelves a repetir.

Siéntate. No mires hacia atrás. ¡Adelante!

Adelante. Levántate. Un poco más. Es la vida.

Es el camino. ¿Que llevas la frente cubierta de

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sudores, con espinas, con polvo, con

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amargura, sin amor, sin mañana?...

Sigue, sigue subiendo. Falta poco. Oh, qué joven

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eres.

Qué joven, qué jovencísimo, qué recién nacido.

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Qué ignorante.

Entre tus pelos grises caídos sobre la frente

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brillan tus claros ojos azules,

tus vividos, tus lentos ojos puros, allí quedados

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bajo algún velo.

Oh, no vaciles y álzate. Álzate todavía. ¿Qué

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quieres?

Coge tu palo de fresno blanco y apóyate.

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Un brazo a tu lado quisieras. Míralo.

Míralo. ¿No lo sientes? Allí, súbitamente, está

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quieto. Es un bulto silente.

Apenas si el color de su túnica lo denuncia. Y en

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tu oído una palabra no pronunciada.

Una palabra sin música, aunque tú la estés

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escuchando.

Una palabra con viento, con brisa fresca. La que

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mueve tus vestidos gastados.

La que suavemente orea tu frente. La que seca

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tu rostro,

la que enjuga el rastro de aquellas lágrimas.

La que atusa, apenas roza tu cabello gris ahora

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en la inmediación de la noche.

Cógete a ese brazo blanco. A ese que apenas

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conoces, pero que reconoces.

Yérguete y mira la raya azul del increíble

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crepúsculo,

la raya de la esperanza en el límite de la tierra.

Y con grandes pasos seguros, enderézate, y allí

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apoyado, confiado, solo, échate a andar...

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REFLEXIÓN. En el relato mágico de “Ten esperanza” se adivina una presencia misteriosa (“apenas si el color de su túnica lo denuncia”) que acompaña y sostiene al caminante: “Un brazo a tu lado quieres. Míralo. Míralo. ¿No lo sientes?”. Desde lo más entrañable de nuestra cultura cristiana, se nos enciende en el corazón la figura de Jesús... Sugiere, finalmente, Aleixandre que, más allá de la raya azul del horizonte, la raya de la esperanza en el límite de la tierra”, pudiera sorprender al anciano viajero un definitivo inesperado asombro...

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PRESENTACIÓN PPS. El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables, personas incomparables. Para conocer y saborear el inteligente pps El hombre viejo y sabio, pulsar aquí.

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NOSOTROS LOS MAYORES,

y la Poesía

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1.¡Así, no!

A LA SALIDA DEL PUEBLO, de Vicente Aleixandre

2.Tercera Edad y Cuarta Edad

YA ME CANSÓ LA IMAGEN DEL INVIERNO, de José Moreno Villa, y ENAMORADO, de Roberto Cabral

3.El libro de la vida

PORQUE HE VIVIDO TANTO, por Jesús Mauleón

ADIÓS A LA NADA, por Vicente Gaos

4.El testamento de José Luis Martín Descalzo

EL CANSADO y EL ERROR, por J. L. Martín Descalzo

Y ENTONCES VIO LA LUZ..., por J. L. Martín Descalzo

5.Abuelos

LISA, por Ildef. Man. Gil, y UN RAMO DE ESPERANZAS PARA UNA MADRE PRÓXIMA, por J. M. Fdez. Nieto

6.Abuelos y nietos: reciprocidad

CON MICHAEL, por Ildefonso Manuel Gil

LIMOSNA, por Ramón de Garciasol

7.La cruz de la ancianidad

ESTABA DIOS AQUÍ, por Francisco Garfias

ESTE DOLOR, por María Luis Mora

8.Ancianidad y Resurrección

EMAÚS, por Rafael Alfaro

DIOS NOS HABLA A TODAS HORAS, por Ricardo León

9.Buscando a Dios entre la niebla

ANTES DE HUNDIRME, por Griselda Álvarez

ES UNA TARDE CENICIENTA..., por A. Machado

TEN ESPERANZA, por V. Aleixandre

10.La arruga es bella

SABOR DE VENDIMIA, por Gioconda Belli

11.Los árboles viejos son acogedores

NADIE ENVEJECE..., por Albert Schweitzer

PERO NUNCA TE DETENGAS, por Teresa de Calcuta

12.Abro las escrituras para fortalecer mi corazón

ESTOY DELANTE DE TI, por Jacques Gauthier

UNA VEZ AL DÍA, de Paul Roth

13.Los que vivimos solos

AJENO, por Claudio Rodriguez

¡VEN!, por Autor desconocido

ÍNDICE del 13 al 24

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