Adolf Eichmann, encargado del transporte de miles de judíos a los campos de exterminio no era un ser demoníaco sino un diligente funcionario, lector de Kant, el imperativo moral de la Ilustración. Un correcto nazi empeñado en cumplir órdenes...una peligrosa mentalidad acrítica y conformista que podía permitir y perpetuar actos inhumanos sin inmutarse.
Hanna Arendt va a las causas, trata de comprender. Éste es el camino frente a este tipo de pecados estructurales, no solo condenar a una persona, sino redimir un sistema que contribuye para producirlo.
La renuncia a pensar en profundidad, lo que Pascal llamaba el Corazón, la cualidad humana más definitiva, es lo que, a juicio de Arendt, creó la posibilidad de la Shoah.
La indiferencia al mal amplía su acción y teje su red a través de los tentáculos de la burocracia. No hay institución humana que se libre de esta tentación que neutraliza lo sustancial
Jesús chocó con la burocracia religiosa. Sus diatribas con los fariseos no eran una competencia moralista, a ver quién era más perfectito...enfrentaba una burocratización de la Revelación que anulaba la Misericordia...
La religión burocratizada nos hace indiferentes e inmunes al problema del mal y su injusticia. Anula la capacidad crítica...
El Vaticano II rompió los muros con el mundo y las religiones. La Sinodalidad tiende puentes dentro de la Iglesia, une las grietas entre jerarquías y bautizados, elite clerical y gente...es para superar la autorreferencialidad y el clericalismo, que tienen paralizado burocráticamente al Pueblo de Dios