El shabat es tal vez la práctica más revolucionaria que ha dado el judaísmo en el tiempo y en el espacio: una reconfiguración del encuentro entre la dimensión Trascendente de Dios inscripta en el corazón humano y la inmanencia de todo lo creado.
Las bienaventuranzas revelan la nueva naturaleza del shabat. En el compartir eucarístico que invita en primer lugar a los que este mundo descarta, Jesús recupera con ellos a toda la humanidad. El domingo es el shabat en el que un Pueblo celebra la redención de su dignidad desde las periferias.
El shabat no es solo un tiempo de no trabajo, sino de diferencia o separación con nuestro tiempo/espacio cotidiano. Hace del tiempo del consumo y de la utilidad cotidiana, un tiempo de "otra medida" determinada por la in-utilidad del estudio, la lectura, la contemplación, la fiesta de un encuentro distinto y la consagración del hombre en su vínculo con el mundo y lo divino.. Es mucho más que un día, es una vocación...
El shabat al que Jesús se opone, es el que ha sido envilecido por la burocratización farisea que se ha “adueñado” de Dios, lo han sustituido idolátricamente. El misterio del tiempo sagrado del Encuentro, degradado a normas humanas que juzgan y formalismos que condenan, pero no salvan
Cada vez más espacios y tiempos son vorazmente mercantilizados. El tiempo de ocio no-lucrativo es colonizado por la enorme industria del entretenimiento... Hoy, el entretenimiento compulsivo mercantiliza el shabat.
"El descanso es una ampliación de la mirada que permite volver a reconocer los derechos de los demás. Así, el día de descanso, cuyo centro es la Eucaristía, derrama su luz sobre la semana entera y nos motiva a incorporar el cuidado de la naturaleza y de los pobres”. Papa Francisco en Laudato Si.