Después de Francisco, no podemos volver a repetir otro invierno eclesial, como sucedió después del Vaticano II. Su labor profética, poco habitual en quien preside una institución tan "institucional", debe profundizarse en todos los cabos sueltos que dejó como "procesos".
El aspecto más decisivo de las reformas de Francisco ha sido el diálogo con los de afuera, con los alejados, con las periferias, sacando a la Iglesia de su obsesiva preocupación por la autopreservación de su estructura clericalista...en el plano interno inauguró el "mega-proyecto" de la Sinodalidad que apenas ha comenzado.
Muchos grupos religiosos se convirtieron en el pasado, a veces sin quererlo y otras por cobardía o búsqueda de réditos proselitistas, en cómplices de sistemas sociales injustos. Conseguir prosélitos con asistencialismo y manipulación religiosa para engrosar las filas de la institución y a la vez ser funcionales a la reproducción de miseria y corrupción... que les concedían privilegios.
Clericalismo, asistencialismo y paternalismo son deformaciones religiosas en conflicto con la Sinodalidad y la lucha contra las injusticias sistémicas tanto fuera como dentro de la Iglesia. Tendremos que acompañar fuertemente al nuevo Papa, un prodigio de Curriculum Vitae, para continuar y superar el camino de Francisco.