Extraído de "Sinfonía divina, acordes encarnados" Edit. PPC
" Y más que profeta, Franciscus" (III Domingo de Adviento)
#AdvientoFeminista2025
La sororidad tiene diversos rostros: hermandad, amor de hermana, amistad, apoyo, pactos de crecimiento… requiere siempre salir de sí para ir a la otra o al otro, igualmente acogida y abrazo. La sororidad atraviesa la historia, muchas veces en silencio, pero esa travesía teje lazos inmensos que sostienen las vidas, las luchas, las familias, los barrios. Descubrir los trazos de la sororidad en la historia y el mundo -esos trazos ocultos tantas veces- nos exige mirar con ojos nuevos y volver a pisar pasajes vistos con zapatos inéditos y anteojos muy limpios.
Miremos a María de Nazaret bajo este prisma. Encontramos rasgos que nos muestran a una mujer sorora que apoyó a otras mujeres o a la comunidad en situaciones que así lo requerían. Lucas en el primer capítulo de su evangelio nos cuenta que cuando el ángel Gabriel le anuncia su maternidad, también le cuenta que su prima Isabel, de edad avanzada, porta igualmente en su vientre una vida nueva que va a alegrar la vida de ambas. Y dice el narrador: María se levanta presurosa y va hacia las montañas de Judea para ver a su prima Elizabeth (Lucas 1,39). No se nos dice nada en el relato de las motivaciones de la joven, se nos cuenta únicamente que fue “de prisa” … Estas motivaciones han tenido interpretaciones diversas a lo largo del tiempo. La mayor parte de las veces las miradas han dicho que se trata por parte de María de brindar apoyo a su prima mayor durante el embarazo. Yo pienso que también María, mujer más joven, quiere encontrar apoyo y consejo en la mujer mayor, ante su situación inesperada. Hay que tener en cuenta igualmente que en la tradición de las iglesias orientales, al encuentro entre Isabel y María se le conoce en la pintura y en las artes con el nombre de, el abrazo. Y casi siempre este microrrelato ha sido imaginado en la pintura con dos mujeres sonrientes y felices de encontrarse.
En cualquier caso, en este viaje, en este encuentro y en esta convivencia (Lucas nos habla de tres meses), se pone en acto la sororidad. Mujeres que pertenecen a la misma familia en sentido “tribal”, mujeres de distinta generación lo que nos hace pensar que no son amigas espontaneas, mujeres que habitan territorios lejanos… se encuentran -por iniciativa de la joven María- para aconsejarse, apoyarse y convivir en medio de una espera que a ambas les genera ansiedad y expectativas por sus días inmediatos y ampliamente por el futuro ligado a sus hijos:
A pesar del contexto literario absolutamente androcéntrico, esta historia se cuenta de modo enteramente ginocéntrico. El derramamiento del Espíritu sobre Isabel y María acaece en el espacio doméstico tradicionalmente femenino. Mujeres son los actores que ocupan el centro; mujeres las que toman la palabra para transmitir con fuerza la buena nueva que resuena; mujeres también las que encarnan la misericordia de Dios que ellas mismas proclaman. Y actúan así en el contexto de un encuentro y afirmándose la una a la otra. (Elizabeth Johnson: VERDADERA HERMANA NUESTRA, Editorial Herder, Barcelona 2005, Pág. 302)
Por parte de María hay un impulso que la lleva a prescindir de su propio cuidado y situación, para ayudar a su prima mayor que acaso necesita de otros brazos más jóvenes o para buscar refugio en los abrazos de quien pueda dárselos porque vive circunstancias iguales. Por parte de Isabel hay salida a acoger, hay abrazo y anuncio de bienaventuranza que tranquiliza y alegra a su prima más joven.
Estamos claramente ante un encuentro y una práctica de la sororidad: encuentro y relación entre mujeres que potencia a las dos, que las hace crecer y las sitúa ante el mundo con nuevas fortalezas. En estas circunstancias de amistad sororal se entona uno de los cantos más bellos que nuestra tradición nos ha entregado: el Magníficat, que anuncia un mundo nuevo, un mundo por nacer en el que las desigualdades y las injusticias se van a remediar porque la suerte de los pobres va a ser bendecida por ese mismo Dios que las ha unido y las ha convocado a encontrarse en un apoyo mutuo y permanente. Este himno por lo demás, evoca el cántico de Ana de Ramá en el primer testamento y la danza de Miriam la hermana de Moisés en el desierto, se inscribe pues en una tradición de voces femeninas, lo que nos habla de affidamento… es decir la sororidad de María e Isabel, se inscribe en una tradición.
La sororidad se abre al mundo desde estas dos mujeres y nos invita a multiplicar ese apoyo, a esparcir su perfume y su luz alumbrando las prácticas que unen y bendicen la vida para lograr destinos sanadores, destinos que trastoquen las situaciones que dañan la esperanza. Después del nacimiento de Jesús, los narradores nos quitan de la vista a su madre y se centran en él, pero podemos pensar que la vida diaria de esta joven mujer de Nazaret, fue una vida en la que las vecinas y sus amigas y cercanas bebieron en ella actitudes de apoyo y solidaridad permanente, es decir, actitudes sororas.
Cuando Jesús ha crecido y se encuentra en las puertas de salir al mundo a cumplir su misión, volvemos a encontrarnos con María en un nuevo episodio en el que nos descubre de nuevo su actitud sororal. Iniciando el capítulo 2 del evangelio de Juan se nos cuenta que Jesús, sus amigos y familia están presentes en una fiesta de bodas en Caná de Galilea. Las familias de los novios celebran con alegría el acontecimiento. En el desarrollo de la fiesta y sin que esta se acabe aún, dice el narrador, se les acaba el vino.
Es cuando entra a actuar María de Nazaret que acercándose a su hijo le dice en el oído: No tienen vino. Jesús responde como aparentemente corresponde a unos invitados más: ¿qué nos va a ti y a mí? María, segura de lo que hace, dice al encargado de la bebida: Hagan lo que él les diga. ¿Cómo supo María que el vino se acababa? Sólo una actitud atenta a los otros y otras, una actitud de salida de sí… permite descubrir las necesidades ajenas sin que estas sean explicitadas. Esta atención y la voluntad de responder a esas necesidades, son propias de una actitud sororal en una mujer. Porque la sororidad exige siempre, salir de una misma y mirar a las otras. Encontramos de nuevo a María brindando su apoyo sororal a otros y otras: la familia de los novios que ofrecían la fiesta.
La sororidad de María, según nos cuentan los evangelios, se expresa y se practica en situaciones de necesidades fuertes como es el desarrollo de un embarazo, pero también en situaciones de vida cotidiana en que se gesta la alegría, como es el éxito de una fiesta familiar. Mirar a María de Nazaret en estas actitudes nos llevan a pensar que la podemos invocar en momentos que necesitamos una mano sorora que nos apoye y nos conduzca. Una teóloga norteamericana, Elizabeth Johnson llama a María: verdadera hermana nuestra… y nos señala en su reflexión cómo María vivió esa hermandad, es decir esa sororidad. Esto nos inspira en cómo podemos vivirla nosotras.
Por otro lado tenemos que tener presente la larga historia de la devoción a María en cualquiera de las tradiciones o advocaciones. A través de los siglos múltiples mujeres -más que varones- se han sentido escuchadas por ella y atendidas en sus horas difíciles. Más allá de pensar en si existen o no los “milagros” lo que me interesa destacar es la fortaleza que pueblos y mujeres han recibido de su confianza en María en las múltiples devociones que ha rodeado su figura.
Principalmente desde la devoción mariana se ha vivido a María de Nazareth como madre; pero es importante descubrir que cuando ella escucha las confidencias que permanentemente le hacen las mujeres populares o cuando las toma de la mano y las fortalece en los caminos diarios del dolor o la alegría… está actuando principalmente como una amiga/hermana que acompaña en una cultura en la que no siempre la maternidad es fortaleza. Las imágenes de la Guadalupana, Las Lajas, Copacabana o la Virgen del Cobre, son testigos de la búsqueda de recursos y apoyos por parte de las mujeres de América Latina. Y esa búsqueda siempre tiene respuestas que son una muestra actuante de la sororidad.
Podemos caminar hacia una comprensión de María, la que nos escucha y acompaña, como una hermana mayor que nos preside en la fe y nos sostiene sororalmente en los caminos de la vida. Sean ellos de dolor o de alegría. Podemos encontrar en ella los trazos de un rostro amigo que señala caminos nuevos a nuestra espiritualidad y a nuestro estar en el mundo entre la familia, los vecinos, y amigos, o como ciudadanos y ciudadanas.
Carmiña Navia Velasco
Casa Cultural Tejiendo Sororidades
Diciembre 2025
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