Levantemos pues la cabeza para mirar no solo hacia lo alto, algo que nos puede llevar a soñar sin sentido, sino hacia el horizonte, el propio horizonte de cada persona, como aquella meta vislumbrada y que aún nos es posible alcanzar, si es cosa de Dios, con nuestro esfuerzo, y las quizás breves y pequeñas metas que cada uno nos trazamos día a día empujados por la vida misma.
Nadie podemos conocer cuanto el futuro nos depara, pero creemos que nuestro futuro está en manos de Dios, el Padre que nos guía y conforta, que nos sostiene en la búsqueda, el trabajo y la fatiga.
Ese “seguir al Señor es para los que están dispuestos a “pringarse”, mancharse en el caminar….”, es sencillamente para el cristiano, acoger a Cristo, su palabra y su vida, en la propia existencia y arriesgarse a caminar con el Espíritu que sopla donde quiere, eso sí, se tiene que afinar el oído para escuchar verdaderamente su voz.
Tomemos conciencia de la acción de Dios en nuestras vidas y en la de nuestros hermanos a través del Espíritu Santo que nos impulsa a vivir en comunión.
En estos días, y eso que es inicio de curso y el trabajo no falta, he seguido impactada por el suceso y las sucesivas noticias y especialmente las numerosas opiniones vertidas en este y otros muchos medios de comunicación y hoy deseo compartir mis consideraciones, que son una opinión más en este mundo tan mediático donde todo se ventila.
Esperar para reconocer al Señor presente, salvador, que nos cubre con su amor y llena cuantos vacíos podamos haber dejado en los que nos rodean o en nosotros mismos, al ser capaces de vislumbrar su presencia y de vivir de acuerdo con su Palabra que nos salva y que nos ofrece Aquel que es el verdadero camino, el verdadero motivo de nuestra espera.
“Ojalá escuchéis hoy su voz…” (Salmo 94) Este salmo es una invitación a la alabanza divina, a escuchar la voz del Señor, a entrar en su presencia dejándonos acompañar, guiar, a reconocerlo en el camino de nuestra vida.
Siguiendo a Pedro, nos hundimos cuando permanecemos fijados en nosotros mismos, en nuestro mundo y en todo aquello que nos acompaña, dándole la mayor importancia. Nos salvamos cuando nos fiamos de Dios, que siempre, aun en la tempestad oscura nos tiende su mano salvadora.
Y aquí estoy ante ti, presentándote aquello que tú ya conoces, buscándote, amándote…. Preguntándome como en la canción, ¿Qué te daré? y diciéndote también “Esto que soy, eso te doy”.
Si nos acostumbramos a mirar la sociedad, la vida, solo en pequeños fragmentos, nuestra visión se convertirá en miope o en egocéntrica. Y si miramos de intuir más allá de aquello que vemos podremos quizás incluso comprender qué quiere decirnos Jesús en tantos fragmentos evangélicos cuando nos habla de las pequeñas cosas de cada día.
Todos podemos ser como Tomás, incrédulos ante las palabras, las afirmaciones de fe de mis propias hermanas de comunidad, no es fácil compartir la experiencia vital de la propia fe, y tampoco es fácil sentirse alejado de la experiencia que los demás han vivido.
Quizás muchos tenemos algo de esta envidia, de este deseo de ser como los que siguen claramente al Maestro, pero no somos capaces de realizar su mismo gesto de seguimiento y seguimos moviéndonos entre la envidia y la rutina sin capacidad de nada más.
Hoy esta enfermedad, quizás como fue la lepra en tiempos de Jesús, está quitando la vida a muchos, a otros les deja secuelas graves y a todos nos está despertando la responsabilidad de abrirnos a formas de vida nueva que no podemos todavía definir, pero que modificarán nuestros hábitos y nuestras expresiones, en la vida de todos habrá un antes y un después de la pandemia.
Sigamos siempre hacia delante, quedémonos con la gente buena que sí está dispuesta a sumar, a aportar y de la que su entrega sencillamente habla de lo que lleva el corazón.
Hoy nos invita a dejarnos transformar por Él, a una vez más, ofrecerle nuestra vida con todo lo que somos y vivimos en nuestro hoy. Para ello, necesitamos tiempo para estar con el Señor, para gustar de su presencia, para dejarnos tocar por su amor, para hacer camino juntos y que en nuestro corazón arda ese deseo del encuentro con el Señor, de pedirle hoy: Danos tu pan, Señor.
Ese cambio de perspectiva ha de llevarnos a reconocer los incomprensibles caminos de Dios y ha de abrir en nuestro corazón la confianza y a la acción de gracias por cuanto Dios nos ha permitido realizar en favor de otros y por aquello que ahora otros pueden realizar al prestarnos su ayuda.
La Visitación de Maria a su prima Isabel, es la fiesta de dos mujeres, ambas embarazadas, que se encuentran para celebrar el próximo nacimiento de sus hijos. Sus diferencias son notables, marcadas también por la edad.
Pero ¿debemos recuperar todo aquello que antes forma parte de nuestra vida de relación y de grupo? En esta larga etapa de pandemia nos ha permitido entrever qué cosas son verdaderamente importantes para nuestra vida, en nuestro ámbito y cuáles no.
“Se llenaron todos de Espíritu Santo…” ¡Qué regalo recibieron junto al Señor! La presencia del Espíritu está en mí, en ti, permanece en nosotros ¿Cómo lo vivo en este hoy de mi vida?
A lo largo de la historia la humanidad se ha visto muchas veces abocada a un cambio de costumbres y valores, que la han conducido a modificaciones del pensamiento, de la cultura e incluso se han cambiado los modos de expresar la fe.