Apasionado adiós 2. LO MÍO ES YA LA TARDE

Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
16 may 2013 - 11:10
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En 2005 publicó el Departamento de Cultura del Gobierno de Navarra un volumen lírico con 327 poemas de Jesús Mauleón, que abrazaba medio siglo de buena literatura (1954-2005) del sacerdote poeta de Arróniz, miembro destacado del Nuevo Mester de Clerecía hispano. Firmó la Presentación, de 120 páginas, el profesor Tomás Yerro, que ha prologado de nuevo los últimos versos de Mauleón. Así resume el sentido último de la escritura de "Apasionado adiós":

"El lector familiarizado con la poesía mauleoniana descubrirá ahora un universo muy depurado, deudor, en mayor o menor grado, de sus publicaciones anteriores y de manera muy singular de Escribe por tu herida.

Desde la atalaya de sus setenta y seis años, JM observa que a su camino no le quedan muchas leguas por recorrer, tan sólo "horas contadas", consideración que le induce a la despedida, sí, pero también al disfrute a fondo del aquí y ahora y a una actitud esperanzada, gozosa, ante un futuro post mortem iluminado por sus convicciones religiosas.

Por lo tanto, el título muestra la ambivalencia de motivos poéticos del libro: por un lado, la despedida ("adiós"), y, por otro, también el transcurrir alegre hacia un destino espiritual seguro y reconfortante (“a-Dios"), de amanecida."

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LO MÍO ES ESTA PAZ DEL TIEMPO QUE SE ACABA

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Un bello ejemplo de lo anunciado por Yerro es el poema "Lo mío es ya la tarde". Un símil taurino expresa gráficamente con intensidad la energía matutina del poeta que se levanta vivo y poderoso como toro en la arena. El sol, y su luz, simbolizaría al torero "en traje de luces". La tarde es reposada, tranquila: el poeta/toro se relaja y disfruta de paz. Y vive con mansedad y sin arrimo el capotazo del ocaso. Llegó por fin la noche y se acuesta, esperando, como toro indultado, el soleado redondel del nuevo día.

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LO MÍO ES YA LA TARDE

Por la mañana brinco como un toro.

Me levanto con furia venteando

el ruido de la plaza.

Al abrir las ventanas, se me planta ya el alba

con su traje de luces.

La fiesta está servida, y yo

pobre de mí me crezco, me olvido de mi edad y mis

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deseos vuelan

derechos al engaño que me presenta el día.

Pero la casta cuesta,

y a toque de clarín, al mediodía,

me paro y doblo casi en tablas de fatiga.

Lo mío es ya la tarde:

la paz en el sillón, un sueñecillo

breve, sin peso, casi de pluma y ala,

tal vez un libro cerca, o en las manos.

Y al final, un paseo solitario

que me acerque a las luces del poniente.

Sí, lo mío es la tarde.

El ocaso y su luz llenan mis ojos

de sosegado afán.

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Lo mío es esta paz

del tiempo que se acaba

y no embestir al día que se muere

plantado frente a mí de grana y oro.

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TÚ ME LO OFRECES TODO... Y YO PONGO EL VACÍO...

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Misterioso y difícil es el diálogo del hombre con Dios, de Dios con el hombre: "Tú me lo ofreces todo, tu presencia inasible, / y yo pongo el vacío. / Cuánta la soledad y cuánto / tu amor que la abandona y la sostiene..."

Lo que más me ha emocionado del poema ha sido la temblorosa queja, primero reflexión personal, razonado lamento después... Han amado los místicos al Señor también con el cuerpo; suelen quejarse del silencio de Dios ("duele no oír la voz"), de su invisibilidad ("no ver nunca aquel rostro..."), de su inmaterial esencia ("Duele extender los brazos, / dirigir las manos, alargar los dedos / a lo que nunca tocan"). Se desahoga con el Señor el poeta creyente: qué dolorosa es, Dios mío, la experiencia de tanto y tanto amarte a solas...

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CUÁNTA LA SOLEDAD

Cuánta la soledad y cuánto el aire,

qué densidad sus telas de silencio.

¿Qué es este juego extraño

en el que entero, enajenado

me lanzo a ti y de nuevo

caigo sobre mí mismo?

Tú me lo ofreces todo, tu presencia inasible,

y yo pongo el vacío.

Cuánta mi soledad y cuánto

tu amor que la abandona y la sostiene.

Se hace en torno la noche, tal

si el amor no existiera;

pero cuánta la calma que a los olvidados

los torna en elegidos.

Duele no oír la voz, no ver nunca aquel rostro

en que estallan los rayos de la ausencia.

Duele extender los brazos,

dirigir las manos, alargar los dedos

a lo que nunca tocan.

Duele la soledad,

me duelo yo, me dueles Tú, Dios mío,

de tanto Tú, de tanto amarte

a solas.

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QUE TÚ ERAS TAN SEGURO COMO EL SUELO O EL DÍA

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Conmovedores versos donde, si inicialmente se recuerda célibe (ausencia de besos y abrazos de mujer, de caricias al hijo...), afirma que "nunca durmió en los brazos de la nada / ni adelantó su pecho a abrazar a las sombras". Se dirige a Dios y le habla pudorosamente de sí mismo en tercera persona. Declara el poeta que la casa del corazón no está deshabitada, que arde por sus salones la ternura de un Dios, Padre y Madre, cierto y poderoso, Amor primero y último.

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DIOS MÁS Y MÁS

No esperando los labios de una mujer que amar

ni la frente de un hijo donde poner su beso,

nunca durmió en los brazos de la nada

ni adelantó su pecho a abrazar a las sombras.

Y más cuando Tú y él

en tanta, tanta soledad

colmabais vuestra casa.

Que Tú eras tan seguro como el suelo o el día,

tan cierto, poderoso,

tan bosque, viento, altura,

tan firmamento, trazo, cumbre

de todas las galaxias que encendías.

Tú, que abajabas tus labios al último, al oscuro,

al más caído de tus hijos, y lo besabas,

lo alzabas a tu pecho en el abrazo

de Padre, Madre, Amor

primero y último.

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JESÚS MAULEÓN, autor de "Apasionado adiós"

"El título muestra la ambivalencia de motivos poéticos del libro: por un lado, la despedida ("adiós") y, por otro, también el transcurrir alegre hacia un destino espiritual seguro y reconfortante ("a-Dios"), de amanecida".

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Tomás Yerro, en el prólogo.

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1. J. Mauleón se despide del mundo

AMARTE A TI

Y NO TE DIGO ADIÓS

PORQUE HE VIVIDO TANTO

2. Lo mío es ya la tarde

LO MÍO ES YA LA TARDE

DIOS MÁS Y MÁS

CUÁNTA LA SOLEDAD

3. Día de fiesta

DÍA DE FIESTA

AQUELLAS MANOS BLANCAS

Y VA LA GRULLA JOVEN

¿Y PARA QUÉ UN POEMA...?

4. El parque que atraviesas

VINIENDO A CUENTAS...

EL PARQUE QUE ATRAVIESAS

HOY OS VOY A DECIR...

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