Antes del Vaticano II, la Iglesia era para excluir, no para incluir en un Poliedro dialogal. Para someter clericalmente, no para participar sinodalmente. Para poner fronteras, no para ir a las Periferias. Para cumplir no para misericordear. Para dar seguridad no para el riesgo del amor. Para ser guardiana moral de un status quo político, económico y social...llamado "occidente", no para ser morada de todos los hombres y culturas...
No es fácil decir “todos” cuando cada grupo generacional que convive a la vez, tiene una visión distinta del mundo. Vivimos todos en la misma época, pero no somos todos contemporáneos. Sin embargo existe un concepto bíblico, del Vaticano II y de Francisco, llamado "Pueblo de Dios". Es una argamasa comunional de generaciones, lugares, historias, proyectos, identidades, etc.. Viene en auxilio de esta babélica situación que no se soluciona desde la moralina.
Los jóvenes sintieron que este joven de 86 achacados años, tiene interés por ellos, posee una experiencia viva del Señor y no se refugia tímidamente en correctas bibliotecas. Es un pastor sólido, fogueado por la vida, que sabe de lo que habla y lo que busca. No es un improvisado ni una marioneta “espiritual” de los poderes de este mundo...
Pero un “todos” sin un hilo conductor, se convierte rápidamente en un “todos contra todos"...Sólo un Dios entre nosotros puede hacer el milagro de que todos seamos uno” (Jn 17,20) y no por la fuerza o engaños. Un Dios sacramentalmente presente en su Pueblo para que nadie se pierda...
Pueblo de Dios es la contracultura de un mundo individualista y lleno de soledad, que divide para reinar. De lo contrario, el Encuentro de Jóvenes quedará solo como un momento de alteración emocional sin consecuencias.