Versos que BUSCAN A DIOS 2

Versos que BUSCAN A DIOS 2
Versos que BUSCAN A DIOS 2
Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
06 sep 2019 - 19:12

Golpeado por la luz de las estrellas

El homenaje de hoy se dirige a Leopoldo Panero, autor del poema inicial “Las manos ciegas”, que forma parte de “Escrito a cada instante”, su más reconocida obra lírica, galardonada en 1949 con el Premio Nacional de Literatura. En su “Antología de poetas españoles (1900/1936)”, María Dolores de Asís nos informa de este poemario destacando algunas observaciones: “En “Escrito a cada instante” sigue el tema nostálgico de los que se fueron –soledad del hombre–, pero también el canto a las hojas nuevas de este tronco –los hijos– o los versos enamorados y exultantes del poeta a su esposa, “Canción de la belleza mejor”. En toda la obra se advierte un fondo religioso de presencia de Dios, hallada a través de sus huellas en la naturaleza, en la angustia y el misterio de la existencia humana, en el sencillo fluir de lo cotidiano…”

Leopoldo-y-Felicidad-Panero
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PANERO, LEOPOLDO (Astorga, León, 1909 – Castrillo de las Piedras, León, 1962). Miembro de la Generación del 36. Licenciado en Derecho. Escribió una obra intimista, traspasada de sentimiento religioso, con temas tradicionales como el amor, la muerte, la tierra, la familia, el paisaje, Dios... Reproduzco su poema “Epitafio”, de sorprendente sinceridad y ternura, todo arrepentimiento, todo piedad, todo, todo corazón: “Ha muerto / acribillado por los besos de sus hijos, / absuelto por los ojos más dulcemente azules / y con el corazón más tranquilo que otros días, / el poeta Leopoldo Panero, / que nació en la ciudad de Astorga / y maduró su vida bajo el silencio de una encina. / Que amó mucho, / bebió mucho y ahora, / vendados sus ojos, / espera la resurrección de la carne / aquí, bajo esta piedra.”

GOLPEADO POR LA LUZ DE LAS ESTRELLAS

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Se identifica Leopoldo Panero con su corazón –“ascua de hombre”– vacío sin Dios; mejor: vacío sin Cristo, sin su Cristo (“Cristo mío”). Avanza como un ciego, braceando en la noche del desamparo. Pero con esperanza: el corazón zahorí acierta la dirección y el poeta buscador “extiende al caminar las manos llenas / de anchura y alegría”. Como la savia fecunda el árbol, la fe en Jesús vivificará el corazón “que le nutre, / y le enflora y verdea...” Sugerencia: cerrar los ojos y moverse por la habitación tanteando y suplicando: “Señor, que vea...”

LAS MANOS CIEGAS

Ignorando mi vida,

golpeado por la luz de las estrellas,

como un ciego que extiende,

al caminar, las manos en la sombra,

todo yo, Cristo mío,

todo mi corazón, sin mengua, entero,

virginal y encendido, se reclina

en la futura vida, como el árbol

en la savia se apoya, que le nutre,

y le enflora y verdea.

Todo mi corazón, ascua de hombre,

inútil sin Tu amor, sin Ti vacío,

en la noche Te busca,

le siento que Te busca, como un ciego,

que extiende al caminar las manos llenas

de anchura y de alegría.

TU MANO QUE A DIARIO APRETABA

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María Elvira Lacaci tiene fe. Siempre ha tenido fe (aunque imagina a Dios desolado por la indiferencia de los hombres). Vivió un tiempo experiencias de fervor y ternura acariciando la mano de Dios entre las suyas. Pero hoy es noche en su vida, y no acierta ni a rezar. Hasta su aliento es brumoso, como niebla... Sugerencia: poner en movimiento el aire detenido del pecho, “niebla estancada”. Respiración reposada: inspiro a Dios, me lleno de Él. Espiro la soledad, la oscuridad de mi noche, me desprendo de ellos. Y acaso se vayan encendiendo mis manos, hoy frías y solitarias, con el calor de las manos de Dios...

SIN LA MANO DE DIOS

Señor,

no he perdido la fe.

Creo en Ti. Existes.

Has hecho el Universo. Lo conservas.

Has creado a los hombres

y alientas su vivir. Desalentado.

Puedes aniquilarlos. Eres justo.

Y sé que nos aguardas

tras el vaho más último que se desprenda

de nuestros pechos.

Es tu mano lo que no sé sentir entre las mías.

Tu mano que a diario apretaba,

temblorosamente. Desgarradamente.

Apasionadamente.

No digo que fue alucinación esa tu entrega

palpitante y sensible –oh, aún conservo

unas sutiles rayas en la palma de mis manos–.

Pero hoy... no sé pedirte nada. Ni siquiera mi aliento

fluye desesperado hacia tu pecho. Porque hoy

tiene forma de niebla

estancada –es de noche­–

en la vasija de este pecho mío.

LLAMANDO Y SIN ENTRADA EN LAS TINIEBLAS

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Interesante situación de impasse entre la decidida entrega al Misterio y la rutina del día a día. El corazón espera y siempre espera, y nadie viene... Pero llega del fondo rumor de Dios, como una brisa que viniera de lejos, como una remota lucecilla... El corazón se alegra... “El pie vacila.” No será José Antonio Muñoz Rojas el primero, ¿verdad?, en postergar una y mil veces su decisión de abandonar corazón y vida propias en el regazo de Dios. Sugerencia: acotamos simbólicamente una zona del suelo como lugar de encuentro y entrega a Dios, y adelantamos un comprometido paso hacia su centro...

ESTO ES LARGO Y OSCURO...

Esto es largo y oscuro. Nadie viene.

El corazón espera y siempre espera.

y nadie viene. El corazón no sabe

más que esperar junto a las aguas negras,

donde pasan las sombras de las nubes

sin señalarse apenas.

El corazón está con lo que sabe,

llamando y sin entrada en las tinieblas.

Dicen que habitas en lo hondo y llega

como un rumor de ti, como una brisa

que viniera de lejos, como una

remota lucecilla.

El corazón se alegra. La mirada

te busca. El pie vacila.

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ÍNDICE de ENLACES: pulsar el título de un Enlace

Versos que BUSCAN A DIOS

1. Abrir los ojos y mirar

CANCIÓN DE MI CEGUERA, de Francisco Garfias

ES UNA TARDE CENICIENTA Y MUSTIA, de Antonio Machado

SEÑOR, QUE ME HAS PERDIDO LAS GAFAS, de J. A. Muñoz Rojas

2. Golpeado por la luz de las estrellas

LAS MANOS CIEGAS, de Leopoldo Panero

SIN LA MANO DE DIOS, de María Elvira Lacaci

ESTO ES LARGO Y OSCURO, de José Antonio Muñoz Rojas

y3. Hombre de Dios me llamo, pero sin Dios estoy

BÚSQUEDA, de Griselda Álvarez

SALMO INICIAL, de José María Valverde

ALGO MÁS ESTOY SIENDO, de José García Nieto

Versos que ENCUENTRAN A DIOS

1. La imprevisible Presencia de Dios

UN MINUTO DE SILENCIO, de Manuel Mantero

HERMOSA PRESENCIA, de Vicente Gaos

NO OS ANGUSTIEIS POR VUESTRA VIDA, de Jesús de Nazaret

2. Aquí tu aliento y tu Presencia viva

ESTA CASA, SEÑOR, ES COMO UN TEMPLO, de Jesús Mauleón

DIOS ENCONTRADO, de Carlos Murciano

SU MANO TRANSPARENTE SOBRE EL HOMBRO, de Enrique Badosa

y3. Era Dios lo que tenía dentro de mi corazón

ANOCHE CUANDO DORMÍA, de Antonio Machado

HIJO MÍO QUE ESTÁS EN LA TIERRA, de J. L. Martín Descalzo

¿CÓMO…?, de Miguel D’Ors

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