Nosotros los mayores, y la Poesía 46. EL ROSTRO QUE CONJURA VER AL FINAL

Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
31 mar 2015 - 10:17
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Se ha escrito mucha y buena poesía sobre el más allá y el más acá del morir, puerta abierta la Misterio. Sea creyente o no el que atraviesa el umbral, difícilmente se sentirá ajeno a la experiencia de su propia muerte; y, con seguridad, agradecerá un corazón cercano, unos oídos piadosos, una cálida mano que le conforte y acompañe en la partida. Hay todavía, acaso, tiempo de arreglar asuntos pendientes, de cerrar, con agradecimiento, la historia de una vida que mereció la pena, a pesar de todo.

Al nacer, junto a la madre, seguro, habilidosas manos recogieron la nueva vida que se confiaba al cuidado y la ternura del Cosmos conmovido y protector. Al morir, sería también hermoso que otro generoso corazón, otras fraternas manos, acaso también las invisibles de un Padre Bueno, acogieran la entrada en una nueva, desconocida, dimensión de Luz y Familia, de Amor y de Dicha.

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QUE LE MIRE Y QUE APRIETE SU MANO

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A nadie le gusta morir solo. Por eso, náufragos, por ejemplo, que estuvieron a punto de perecer, confiesan, rescatados, que el pensamiento que más les angustiaba, perdidos en el océano, era morir sin un testigo, sin una mirada tierna, sin una cálida mano, sin una lágrima... José Agustín de Goytisolo no se plantea si hay otra Vida después de la vida: modestamente reclama ojos de cariño, tactos de amor, humana presencia de amistad y afecto:

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EL ROSTRO QUE CONJURA

Cuando llegue la hora de partir

que a su lado esté ella: que le mire

y que apriete su mano. No le asusta

regresar a la nada. Mas quisiera

llevar al otro lado su figura.

La eternidad no existe. Cuando supo

amar a esta mujer y cuando mira

a quien le mira sabe que el infierno

estuvo aquí; también su paraíso.

Al fin y al cabo nadie le invitó

a entrar en este mundo que sabía

no iba a durar por siempre para él.

Pero ha tenido el rostro que conjura

ver al final. El viaje no le importa.

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TÚ ME COBIJARÁS EN TUS PUPILAS

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Se pervive en el recuerdo. El corazón de la persona amada es paraíso donde seguir latiendo. Y los ojos –"nacidos en las fuentes de los cielos"– reflejan, ya para siempre, el rostro, los secretos, la ternura del amigo que se va pero se queda. Ricardo Paseyro se despide así de su gran amor, en hora de cariño y testamento:

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ANNE MARIE

Mírame en el instante en que me muera

y mírame sin llanto: que tus ojos

-nacidos en las fuentes de los cielos-

protejan con su luz el alma mía

para darme la gracia que no tuve.

Muerto, seré la imagen que tú quieras:

tú me cobijarás en tus pupilas

y así podré ganar el paraíso.

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MORIR CRISTIANAMENTE...

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Se va abandonando, afortunadamente, la costumbre de ir a morir al hospital. Mejor en casa (bien atendido por una unidad de

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dolor, si se precisa), rodeado de los tuyos. El soneto alejandrino que presentamos seguidamente, está redactado por un madrileño, Fernando Fortún, a comienzos del siglo XX. Nos habla, con solemnes, ampulosos versos modernistas, de la despedida final que le gustaría tener después de una existencia fecunda, longeva, al estilo tradicional... Lo curioso es que murió muy joven, con sólo veinticuatro años de edad (1890-1914):

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VER LLEGAR LOS INVIERNOS...

¡Ver llegar los inviernos, pensando, junto al fuego,

si serán el final de nuestras quietas vidas,

estando rodeados de personas queridas

en las tibias estancias sahumadas con espliego!

Y teniendo el consuelo de las manos filiales

sobre nuestros dolores de viejos achacosos,

ver el fin melancólico de los días dichosos

cuando todo es enorme en las cosas triviales.

Y entonces, una tarde, en el antiguo lecho

donde yo fui engendrado y nacieron mis hijos,

que me rodearían llorando quedamente,

considerar mi vida y, fuerte y satisfecho,

en un Crucificado mis turbios ojos fijos,

cual mis padres morían, morir cristianamente...

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AL MOMENTO DE LA MUERTE PPS

Texto de la doctora Elisabeth Kübler-Ross, autora del popular éxito editorial "Vida después de la muerte". En reposada y elegante realización, sugiere el contenido del montaje la posibilidad de otra existencia al otro lado del túnel. Pulsar aquí.

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NOSOTROS LOS MAYORES,

y la Poesía

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36. Regresar a ese limpio manantial

EL MANANTIAL, de Eloy Sánchez Rosillo

LA ESCONDIDA FUENTE, de Eloy Sánchez Rosillo

EL VIAJE, de Eloy Sánchez Rosillo

ÍNDICE DEL 25 al 36

37. Miro mis manos...

MEDITACIÓN SOBRE UNAS MANOS, de Eloy S. Rosillo

CERTIDUMBRE QUE QUEMA, de Eloy Sánchez Rosillo

38. El efecto mariposa

LA REPERCUSIÓN, de Leopoldo de Luis

VISITA AL MERCADO, de Leopoldo de Luis

39. Agnosticismo, viejo perro...

SANTOS RECINTOS, de Leopoldo de Luis

LOS AMANTES, de Leopoldo de Luis

POEMA DE AMOR LEYENDO A MACHADO, de L. de Luis

40. ¡Cómo amaba la vida!

ATARDECER EN BARAÑÁIN, de Jesús Mauleón

PISA ESTE PARQUE, de Jesús Mauleón

NUEVO EPITAFIO, de Jesús Mauleón

41. Con esta dicha de sentirme vivo

GRACIAS, GRACIAS, de Jesús Mauleón

PLAZA DE LOS CASTAÑOS, de Jesús Mauleón

YO PONDRÉ SOL, de Jesús Mauleón

42. Pero ésta no es mi casa

PERO ÉSTA NO ES MI CASA, de Jesús Mauleón

ESPERO, de Jesús Mauleón

ESTE POEMA NO FUE NUNCA ESCRITO, de Jesús Mauleón

43. Cuando mueren los otros

ESA MUERTE PEQUEÑA, de José María Fernández Nieto

RUDA FAENA, de Daniel de la Vega

44. Vendrás de noche o de mañana

CIRIOS, de José Emilio Pacheco

SÉ QUE VENDRÁS, de Joaquín Antonio Peñalosa

A VOCES, de Joaquín Benito de Lucas

45. Avísame, Señor

HERIDO VER, de Ramón de Garciasol

ENFERMO, de Luis Álvarez Lencero

CONVALECENCIA, de Juan Ramón Jiménez

46. El rostro que conjura ver al final

EL ROSTRO QUE CONJURA, de José Agustín de Goytisolo

ANNE MARIE, de Ricardo Paseyro

VER LLEGAR LOS INVIERNOS..., de Fernando Fortún

47. Descifrando sentidos a la muerte

SERÁN CENIZA, de José Ángel Valente

MUERTE VENIDERA, de Joaquín León

48. Amaré y amaré hasta el final

APRESURA, SEÑOR, TIENDE TU MANO, de T. Luca de Tena

ENAMORADO, de Roberto Cabral

LA MUERTE COMO EL AMOR, de Victor Manuel Arbeloa

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