Nosotros los mayores, y la Poesía 43. CUANDO MUEREN LOS OTROS

Nido de poesía: Nicolás de la Carrera
31 mar 2015 - 10:14
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La muerte ha perdido entre nosotros gran parte de su dimensión social. Solía morirse acompañado, y el fallecimiento afectaba significativamente a la comunidad. Hoy en día, cada vez más, el ciudadano muere solo y es llorado, en la intimidad de un velatorio municipal, por familiares y amigos. Aunque los medios de comunicación nos presentan cotidianamente muertos y más muertos, con indiferencia y banalización, como parte del espectáculo. Me pregunto, por ejemplo, a qué reiterar, una y mil veces, el espectáculo cruel del sacrificio de decapitación o abrasamiento, por parte del IS (estado islámico), de gente inocente. ¿No sería más conveniente que desapareciesen totalmente de la pantalla estos denigrantes rituales de muerte y absoluta deshumanización?

A cierta edad, lo primero que algunos cotillean, al abrir la prensa local, es la sección de esquelas. Y respiran con cierto aire de satisfacción al descubrir, en jaula negra de óbito, el nombre de algún amigo o conocido...

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QUÉ ME IMPORTA, CARAY, SI ESTOY LLORANDO...

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Me vais a permitir que, por esta vez, incorpore al blog un poema de José María Fernández Nieto bastante especial, largo, sin pausas, con lenguaje desenfadado, desahogo personal en voz alta y desaliñada al borde de un diván sicoanalítico. Al morirse el amigo, algo del sensible escritor también se muere. Lo expresa el corazón, sobre todo el corazón.

Sugiero leer, sin interrupción si es posible, incluso en voz alta, los interminables y reiterativos párrafos de este extravagante y lúcido soliloquio. Se reía el poeta palentino cuando yo bautizaba el estilo declamador del verso como “poema rapero”. Según costumbre de tan fervoroso autor, no podía faltar Dios a la cita del amor, un Dios providente y cercano.

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ESA MUERTE PEQUEÑA

De vez en cuando muere algún amigo, qué me

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importa

que muera o que no muera, qué importa, qué me

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importa,

lo digo y lo repito, qué me importa, caray, si estoy

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llorando,

me importa, ya lo creo que me importa, muchísimo

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me importa,

me importa porque yo me voy muriendo sin darme

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cuenta

apenas, sin notarlo, ya lo creo que sí, que me lo noto,

que me tiemblan sus gestos, sus palabras, su adiós

cuando cruzábamos la calle, ya lo creo que sí, que

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uno

se muere siempre que se le muere algún amigo, que

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lo bueno

sería que llorásemos o quizá que soltásemos la risa

llorando a carcajadas nuestra pena, pero no somos

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niños

y uno tiene que andar disimulando las lágrimas, los

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gestos,

la vergüenza, para que luego digan que es un hombre

y mientras nos morimos poco a poco, cantando, que

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es lo bueno,

porque te oyen los hijos y preguntan qué te pasa

y se mueren de risa si les dices que es que ha muerto

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un amigo

pues no entienden por qué te mueres tú, qué

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tontería,

qué saben de estas cosas, ellos piensan que es lo más

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natural

que hay en la vida morirse sin saber que nadie

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muere

completamente solo, que al morirnos ya lo hemos

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ensayado

muchas veces pensando en un amigo que se ha

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muerto,

te importa, ya lo creo, porque piensas que poco a

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poco

un hombre cuando pierde un libro, una ilusión, una

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sonrisa,

un amigo, se va quedando solo si no puede llorarle,

hablar ya nunca con él de aquel amor, de aquella

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tarde,

de aquella discusión que nos unía o de aquel vino

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tinto

que tomábamos en un bar que no existe, o por la

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calle

que no es ni parecida, ya lo creo que sí, que nos

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importa

saber que lo que somos lo hemos sido en otros que se

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han muerto,

que te mueres, cuando menos lo piensas, en alguno,

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y que sigues

viviendo, pero menos de lo que te figuras y es lo

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bueno,

que apenas te das cuenta de que crece la muerte

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como un árbol

porque siguen cantando los pardales, qué ternura,

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Señor, cómo

nos das esta anestesia dosificada en hijos, en aromas

de nuevas esperanzas, cómo endulzas la muerte con

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la risa

de un pequeño o con el aprobado en geografía o

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simplemente

con saber que el lunes esperas una carta interesante,

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cómo puedo

decir que no me importa, ya lo creo que sí, me

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importa mucho

que se muera un amigo, muchísimo me importa,

porque algo mío, acaso una sonrisa, un pedazo de mí

se está muriendo cada vez que se muere algún

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amigo...

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ENSAYANDO UNA FORMA DE MORIR

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Leíamos en los versos precedentes que hay muchas formas de morir en vida. Así decía: "y mientras nos morimos poco a poco...". Y más adelante: "al morirnos / ya lo hemos ensayado muchas veces..." En "Ruda faena", de Daniel de la Vega, parece que alguien ha perdido trágicamente un importante amor encendido de erotismo y fuego emocional. Atentos al final: "Olvidar su recuerdo no parece / que es olvidar, sino que se estuviese / ensayando una forma de morir."

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RUDA FAENA

Ruda faena es olvidar la mano

que trajinó en tu corazón un día,

dar las espaldas a la melodía

de su beso más grande que un verano.

Borrar su nombre y rechazar en vano

la boca que te quema todavía,

y luego ver la vida tan vacía

como si Dios se hallase más lejano.

No tener luna, no entender el nido,

ver rodar primaveras sin sentido,

y no saber qué hacer del porvenir.

Olvidar su recuerdo no parece

que es olvidar, sino que se estuviese

ensayando una forma de morir.

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LA ÚLTIMA CUERDA DE PAGANINI (PPS)

Bellísima Presentación sobre una sorprendente actuación sinfónica del genial violinista, al que se le van rompiendo las cuerdas de su Guarnerius. Siempre hay esperanza. Utiliza hasta el último cartucho, hasta la última cuerda que te queda para alcanzar tus sueños. Pulsar aquí.

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NOSOTROS LOS MAYORES,

y la Poesía

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36. Regresar a ese limpio manantial

EL MANANTIAL, de Eloy Sánchez Rosillo

LA ESCONDIDA FUENTE, de Eloy Sánchez Rosillo

EL VIAJE, de Eloy Sánchez Rosillo

ÍNDICE DEL 25 al 36

37. Miro mis manos...

MEDITACIÓN SOBRE UNAS MANOS, de Eloy S. Rosillo

CERTIDUMBRE QUE QUEMA, de Eloy Sánchez Rosillo

38. El efecto mariposa

LA REPERCUSIÓN, de Leopoldo de Luis

VISITA AL MERCADO, de Leopoldo de Luis

39. Agnosticismo, viejo perro...

SANTOS RECINTOS, de Leopoldo de Luis

LOS AMANTES, de Leopoldo de Luis

POEMA DE AMOR LEYENDO A MACHADO, de L. de Luis

40. ¡Cómo amaba la vida!

ATARDECER EN BARAÑÁIN, de Jesús Mauleón

PISA ESTE PARQUE, de Jesús Mauleón

NUEVO EPITAFIO, de Jesús Mauleón

41. Con esta dicha de sentirme vivo

GRACIAS, GRACIAS, de Jesús Mauleón

PLAZA DE LOS CASTAÑOS, de Jesús Mauleón

YO PONDRÉ SOL, de Jesús Mauleón

42. Pero ésta no es mi casa

PERO ÉSTA NO ES MI CASA, de Jesús Mauleón

ESPERO, de Jesús Mauleón

ESTE POEMA NO FUE NUNCA ESCRITO, de Jesús Mauleón

43. Cuando mueren los otros

ESA MUERTE PEQUEÑA, de José María Fernández Nieto

RUDA FAENA, de Daniel de la Vega

44. Vendrás de noche o de mañana

CIRIOS, de José Emilio Pacheco

SÉ QUE VENDRÁS, de Joaquín Antonio Peñalosa

A VOCES, de Joaquín Benito de Lucas

45. Avísame, Señor

HERIDO VER, de Ramón de Garciasol

ENFERMO, de Luis Álvarez Lencero

CONVALECENCIA, de Juan Ramón Jiménez

46. El rostro que conjura ver al final

EL ROSTRO QUE CONJURA, de José Agustín de Goytisolo

ANNE MARIE, de Ricardo Paseyro

VER LLEGAR LOS INVIERNOS..., de Fernando Fortún

47. Descifrando sentidos a la muerte

SERÁN CENIZA, de José Ángel Valente

MUERTE VENIDERA, de Joaquín León

48. Amaré y amaré hasta el final

APRESURA, SEÑOR, TIENDE TU MANO, de T. Luca de Tena

ENAMORADO, de Roberto Cabral

LA MUERTE COMO EL AMOR, de Victor Manuel Arbeloa

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